Pierde ochenta soldados al
tratar de tomar la Angostura del Orinoco
– Carta al Libertador expresando placer por su arribo de nuevo a tierras
venezolanas, informándole sobre la Campaña de Guayana y solicitándole cooperación naval – Deja
sitiada la capital y marcha con Cedeño a las Misiones del Caroni – El Hato San
Felipe de los Hermanos Vidal - Deserción del Escuadrón de Dragones – Negativa
de Piar de pasar a Barcelona con su ejército tal como lo exigía el Libertador.
El
General Piar se acercó a la Angostura el 13 de enero de 1817, estableció su
Cuartel en la Mesa y después de estar frente a la ciudad durante cuatro días,
resolvió el 17 tras hacer un reconocimiento más profundo y desde la falda del
cerro El Zamuro, aproximarse y consolidar posiciones de ataque y defensa.
Las
observaciones hechas durante ese día lo animaron a una tentativa sobre la
ciudad y, en efecto, el día 18, entre la una y las dos de la mañana, Piar
ordenó a su ejército ejecutar el ataque para lo cual colocó la tropa del
coronel Pedro León Torres en dirección de la batería del centro; la del coronel Pedro Chipía, por la izquierda; la
del coronel Bartolomé Salom, en el barrio Perro Seco; la del coronel Pedro
Hernández, en la Alameda o ribera del Orinoco, y la del capitán Cadenas, frente del Reducto, quedando formada una línea de reserva en la Mesa de Angostura
donde estaba instalado el campamento.
Comenzó
el ataque y la respuesta desde las alturas de la ciudad por parte de las
fuerzas del Gobernador Lorenzo Fitz Gerald y
Ceruti fue contundente. Un fuego
vivísimo y una artillería bien servida se erigió en obstáculo. El oficial Juan José Conde describe la
tentativa de ocupar la ciudad así:
“Piar dispuso
que llamasen la atención del enemigo los coroneles Pedro León Torres por la
batería 2 y José María Chipía, por el atrincheramiento de la Alameda con cien
hombres cada uno. Entre tanto el sereno
y laborioso coronel Bartolomé Salom fue destinado con poco más de doscientos
hombres para dar el ataque principal por el atrincheramiento de Perroseco. El resto del ejército quedó de reserva al pie
del Cerro del Zamuro, frente al reducto enemigo con los Generales Piar y
Cedeño. La noche estaba húmeda y
tenebrosa, ni unos a otros nos mirábamos.
A las doce nos pusimos en movimiento pero el enemigo, sin duda advertido
de ello por su espionaje y el ladrido de algunos perros, rompió, el primero,
con fogosa artillería y mosquetería en toda la cortina, baterías y buques de
guerra, cuya luz igualaba casi la del mediodía.
En tan malograda empresa perdimos más de setenta de tropa que perecieron
trepando impávidos los fosos y atrincheramientos de Perroseco donde
murieron los valientes Comandantes Joaquín Peña y Capitán Pedro Cadenas, muchos
se salvaron de ser fusilados unos a otros a favor de las voces papelón y
queso que era la seña y contraseña.
Más afortunado el Coronel Pedro León Torres, pudo sorprender a los
enemigos del número 2 y ocupar esta batería, pero al dar parte para que la
reserva auxiliase, el enemigo desembarazado de su principal atención lo obligó
con los fuegos del reducto a retirarse.
En fin cada uno por donde pudo se incorporó a la reserva.
Al siguiente
día después de recogidos algunos heridos, nos retiramos al sitio del Juncal,
legua y media de la plaza. Piar dispuso
por orden general que el Coronel Salom y los demás oficiales que asistieron al
asalto llevasen en el pecho de sus casacas, pendientes de una cinta roja, el
mote distintivo ´Valor y fortuna en Perro Seco, 1817”.
De
manera que los patriotas no pudieron consumar el plan como pretendían. Las pérdidas fueron relativamente
cuantiosas. Piar, sin embargo, elogió en
su diario de operaciones el denuedo y bravura con que arremetieron sus
soldados, principalmente los de Pero
Seco y La Alameda aunque no pudieron penetrar. Tan sólo la tropa del coronel Pedro León Torres, llena
de coraje saltó valientemente la trinchera por entre las bayonetas y las bocas
de fuego, liquidando a los soldados que tuvieron valor para sostenerse, pero
luego tuvo que replegarse.
Piar
que había aplazado contestar el oficio del Libertador, recibido con casi dos
meses de retardo en el Paso de Maripa, para darle mejores noticias de sus
operaciones, se limitaba ahora a lo siguiente desde la Mesa de Angostura:
“Excmo.
Señor: El día mismo en que pasado el
Caura me preparaba para mover el ejército sobre la capital de Guayana, tuve el
honor de recibir el oficio de VE fecha 7 de Noviembre último. Su recepción produjo generalmente una
embriaguez de placer solo igual a la que sigue a la victoria. La aproximación de VE a su patria y los
nuevos auxilios que la ofrece, son las mas lisonjeras noticias con que pudiera
halagarnos.
Como según aquel oficio yo espero que VE haya llegado a
alguno de nuestros puertos, me apresuro a darle una idea de mi situación
actual, de las ventajas obtenidas en esa provincia y de los medios que se
necesitan para asegurar el éxito de la campaña.
Las fuerzas enemigas batidas en el Caura (como verá VE en
el adjunto boletín) replegaron a la capital, entregándome todo lo interior de
la provincia, esto es, todo el
territorio desde las bocas del Caroní hasta más allá de las del Meta. Me acerqué a la plaza el 13 del corriente y
después de estar frente de ella cuatro día, resolví el 17 un reconocimiento con
toda la fuerza aproximándome cuanto fuese posible. Las observaciones hechas este día me animaron
a hacer una tentativa sobre ella, y en efecto el 18 entre la una y las dos de
la mañana se ejecutó un ataque que nos hizo dueños de una de las baterías, y
destruyó la fuerza que la defendía, y aumentó el terror de que estaba poseído
el enemigo.
A pesar de estas ventajas, nuestras tropas no pudieron
penetrar porque rechazada otra división que debía forzar otro puesto y las que
destiné para llamar la atención por diferentes puntos, la división vencedora
replegó también y volvió a abandonar el terreno ganado. Frustrada así la empresa con pérdida de
ochenta hombres entre muertos y heridos e informado por los prisioneros tomados
aquella noche de que todos los intereses y municiones están a bordo y que nada lograré con ocupar las
paredes, he desistido de tomar la plaza por asalto, y me he limitado a
estrecharla por sitio.
Este plan me parece más conveniente, así porque es más
seguro y menos costoso, como porque da lugar a que se venga a las bocas la
escuadrilla que VE ha traído y lograremos por ese medio batir y apresar la
enemiga que de otro modo se llevaría todos los causales.
Yo espero que siendo mi proyecto tan conforme al bien de
la patria y a las intenciones y planes de VE merecerá su aprobación y la
cooperación que pido de las fuerzas marítimas.
Nada hay que temer respecto a ellas.
La escuadrilla enemiga lejos de ser tan fuerte como se ha creído hasta
ahora, es muy débil por su número y más aun por su tripulación.
Las ventajas que nos ofrece esta provincia libre son
incalculables. Los inmensos caudales de
los españoles en ella nos proporcionan medios para adquirir de los extranjeros
elementos militares; su situación nos da un asilo seguro, y la moral pura de
sus habitantes, no corrompidos todavía, nos permite la organización de un
ejercito fuerte y valeroso, capaz de libertar la República si VE viene a
Guayana. Todos estos recursos manejados
por su sabia dirección adquirirán un nuevo mérito y producirán efectos más
grandes. Los enemigos internos y
externos temblarán; los pueblos concebirán esperanzas de ver restablecida la
libertad, al contemplar nuestra situación militar, y todos los negocios tomarán
un paso firme y regular. Dios guarde a
VE muchos años. Manuel Piar”.
Ese mismo
día, Piar se dirige a los Generales José María Freites y Pedro Zaraza para que
reconozcan, obedezcan y se sometan a la
autoridad del General Juan Bautista Arismendi
que ha pasado de Margarita a tierra firme con 200 soldados para reforzar
la plaza de Barcelona.
El
problema que se le presentaba a Piar era que la inacción solía provocar la
deserción y la única manera de evitarla era mantener las tropas en completa
acción, muchas veces sin medir los riesgos.
La tentativa de tomar la ciudad sin apoyo naval fue conscientemente
riesgosa, pero había que mantener la dinámica del ejército y en función de ella
dispuso ocupar las Misiones del Caroní, mientras buena parte de la caballería
del General Cedeño continuaba al frente
de Angostura.
Emprende
la marcha. El 21 hace una parada con su
Ejército en la Yegüera y aquí recibe oficio del Libertador comunicándole su
arribo a Barcelona con una fuerte escuadra, y con todos los elementos de armas
y municiones necesarios para continuar la campaña. El Libertador le afirma que
ha salido ya la escuadra con dirección a las Bocas del Orinoco para que se
apoderen del río y cooperen con las operaciones militares sobre la provincia de
Guayana.
Al día
siguiente redacta y envía instrucciones para el Teniente coronel Miguel Armas,
a quien ha dejado comandando la División que sitia la Ciudad de Angostura: Las instrucciones de nueve artículos,
disponen lo siguiente:
Art.
1.- El Teniente coronel Miguel
Armas tomará el mando de la división de
caballería que queda cubriendo la línea
contra Guayana. Esta división se
compone de los escuadrones de Caycara y Altagracia.
Art.
2,- Establecerá su línea en la misma forma que la tiene el ejército.
Art.
3.- De día nombrará una partida de observación de 30 hombres, los cuales se
dividirán en tres partidas de a 10 cada una, que se situarán a distancia de un
cuarto de legua la una de la otra. El
resto de la división se mantendrá reunida en el lugar más conveniente para que
los caballos coman y descansen.
Art. 4.-
A las cinco de la tarde hará reunir todas las fuerzas para que pasen
lista. Después de pasar ésta, formará
del todo tres divisiones que se apostarán en la misma forma que las guardias de
observación en el lugar más conveniente, mudando todas las noches de posición.
Art. 5.- Cada una de las
tres divisiones dará una avanzada particular, que se situará en las avenidas.
Art.
6.- Al amanecer hará reunir todas las divisiones y machará con ellas a hacer el
reconocimiento sobre la plaza con todas las precauciones necesarias para no
caer en las emboscadas que el enemigo pueda amarle. Después de hecho el reconocimiento se
retirará al campamento que haya elegido para pasar el día, dejando ya establecidas
las guardias de observación.
Art.
7.- Cuando haga el reconocimiento, registrará con el mayor escrúpulo todas las
salidas de la plaza, para ver por las huellas si han estado o salido tropas y
arreglar su conducta conforme a las observaciones que se hagan.
Art.
8.- Si por algún caso sufriera su división alguna desgracia, se retirará con
las reliquias hacia el Caroní, procurando incorporarse al ejército. Pero llevará consigo todos los caballos que
quedan empotrados y todo el hospital.
Art.
9.- Frecuentemente me dará parte de su situación, haya o no novedad, bien
entendido, que en caso que ocurra alguna se me participará en el acto. Manuel Piar.
El 26 de
enero de ese año 1917, el General Piar llega al Hato San Felipe de los Hermanos
Gaspar y Bibiano Vidal. Mantiene un diálogo amistoso y logra sumarlos a su
ejército que necesita de ellos y de sus hombres, pero también caballos, pues el
Escuadrón de Dragones de Caracas, bajo el mando del comandante Ramón Segura, al
conocer la llegada del Libertador a Barcelona, desertó dejando a la infantería
sin caballería, pues Cedeño aún tardaba en integrarse al Ejercito pues al
parecer no había hallado embarcaciones para pasar Caruachi. Piar se dirige al Libertador en una extensa
carta pidiendo severo castigo para los desertores, especialmente para el
Comandante Ramón Segura, el coronel graduado Teodoro Figueredo, el cirujano
Servellón Urbina y el Capitán Durand.
El Hato
San Felipe, con miles de cabezas, era entonces el más grande latifundio, con 35
leguas y se extendía desde el Caroní hasta el río Guaimire que desemboca en el
Orinoco, veinte kilómetros al oriente de Angostura. Allí Piar levantó provisionalmente su Cuartel
para planificar su entrada y dominio de las Misiones del Caroní.
En San
Felipe, Piar recibe oficio del Libertador anunciándole su arribo a Barcelona,
dándole órdenes sobre lo que debe ejecutarse y pidiéndole informes detallados
de sus operaciones, resultados, y de lo que piensa seguir haciendo. Piar, que ya se había anticipado, prefiere para
más detalles y por temor a que el enemigo intercepte su correspondencia, enviar
personalmente a su edecán Quintín Vallenilla, sargento mayor con experiencia en
la guerra de Apure y Nueva Granada.
El
Libertador, en ese mismo oficio fechado el primero de enero en Barcelona, pedía
a Piar repasar el Orinoco y enviarle un lote de caballos, pero Piar le responde
con pesar por no poder hacerlo debido a que el Orinoco está dominado por el
enemigo con una escuadrilla considerable, mientras que él no cuenta con un solo
buque, y estando compuesto su ejército por la mayor parte de vecinos de
Guayana, estará expuesto a un seguro
revés; sin embargo le promete que una vez pasado el Caroní, la situación será
distinta.
Veintitrés
días después de este oficio enviado por el Libertador a Piar, le remite otro pidiéndole
precipite sus marchas con todas sus fuerzas sobre la plaza de Barcelona
amenazada por el enemigo desde Unare y la cual estaba resuelto a defender y
sostener a como diera lugar. Igual orden
fue trasmitida a los demás jefes de divisiones, pero Piar alega y está
convencido que “la rendición de Guayana es inevitable y me veo en la
necesidad de continuar la campaña, a pesar de que mis deseos me llaman al lado
de V.E.” Y, en efecto, Piar se
olvida de Barcelona, desmonta el Cuartel de San Felipe y se enrumba hacia
Caruachi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario