Para que lo defienda en
el juicio que se le sigue, Piar nombra al Teniente coronel Fernando Galindo –
El ocho de octubre comparece y es
ampliamente interrogado – Ante el defensor de Piar, debidamente juramentado,
los testigos ratifican sus declaraciones – Requisan calabozo de Piar y le
confiscan siete onzas de oro y diecisiete pesos en plata macuquina que fueron
depositados en la Hacienda Pública.
En
la plaza de Angostura, a 8 de Octubre de 1817, el General de Brigada Carlos
Soublette pasó con asistencia del Secretario José Ignacio Pulido, a la casa
donde se hallaba preso el General Manuel Piar, para recibirle su
confesión. Antes se le hizo saber que
sería sometido a un Consejo de Guerra, y que debía en el acto elegir un oficial
para que pudiera defenderlo en la presente causa, y enterado nombró al señor
Ayudante general, Fernando Galindo.
Inmediatamente
el Juez Fiscal pidió al General Manuel Piar, levantase la mano derecha, y le preguntó: ¿Juráis a Dios y Prometéis a la República decir
verdad sobre el punto de que os voy a interrogar? Al responder que sí, comenzó a ser
interrogado:
Preguntado
su nombre, edad, patria, religión y empleo, dijo llamarse Manuel Piar; de
cuarenta años de edad; natural de la isla de Curazao, de religión Católica,
Apostólica, Romana, y General en Jefe
del ejército.
-Sabe
la causa por la que se halla preso?
-Haber sido llamado por el Jefe
Supremo, y no haber concurrido a este
llamamiento, por el temor que me habían hecho concebir las voces que se
difundían en mi perjuicio, y haber hecho uso del pasaporte que se me había
concedido.
-Qué
día salió de la villa de Upata, cuándo llegó al Juncal, y cuándo pasó el río Orinoco?
-En aquellos días tenía la
imaginación tan sobrecargada que no puedo recordar las fechas; pero considero
saldría de la villa de Upata en la primera semana del mes de Julio del presente
año, permanecería como ocho días en el Juncal, otros tantos dentro de esta
ciudad después que fue ocupada por las armas de la República, y verifiqué el
paso del Orinoco por los días 26, 27 ó 28 de dicho mes.
-Por
qué desde que llegó al Juncal no hizo uso de su pasaporte?
-Porque necesitaba auxilio de
bestias que debía franquearme el General Cedeño, las cuales era menester traer de
los potreros, y porque además el mismo General Cedeño, a instancias mía, se
había encargado de pasar al Cuartel
General a solicitar del Jefe Supremo se examinase en un Consejo de Guerra mi
conducta relativa al manejo de los intereses del Estado que públicamente se
decía me los había apropiado. Aguardaba
las resultas; cuando el señor General
Cedeño regresó y me dio por respuesta
que no había tiempo para verificar el Consejo que deseaba para sincerarme, ya
la plaza había sido evacuada por los españoles y sólo traté de ausentarme
haciendo uso del permiso que tenía, y activé cuanto me fue posible la
consecución de las bestias que necesitaba para mi viaje y el de los Dragones
que también se me había permitido llevar en mi compañía.
-Confiese
cuál fue su conducta desde que llegó al Juncal hasta que verificó el paso del
Orinoco?
-Mi conducta ha sido la más pacífica, pues apenas salí de mi casa,
esperando que llegasen las bestias y la contestación del asunto de que se había
encargado el señor General Cedeño, y de que ya he hecho relación.
Aquí
el Juez Fiscal lo reconvino diciendo: Cómo dice que su conducta mientras
permaneció en el Juncal y en esta ciudad
fue una conducta pacífica, cuando
resulta de autos que, tanto privadamente como en público, convocaba y animaba a
todos los hombres de color a una conspiración para asesinar a todos los hombres
blancos que servían a la República, y destruir el actual sistema de gobierno,
publicando que se le perseguía porque era pardo, y que el gran misterio de la administración se
dirigía a la destrucción de esta clase?
-Niego la reconvención en la
forma que se me hace, pues la idea sola de asesinato me horroriza ¿quién, después de haber dado tan repetidas
pruebas en el ejercicio de la autoridad, de cuánto le cuesta derramar la sangre
del criminal, sea capaz de concebir el proyecto de destrucción contra toda una
raza de hombres? y aunque no niego que lastimado de las injusticias que se me
han hecho, de los crímenes que se me imputan, entre otros el de usurpador de
los intereses públicos, y sofocado con las relaciones que se me hacían de la
enemistad que me profesaban ya varios de mis amigos, del asesinato que contra
mi se premeditaba, y de las especies indecentes con que se manchaba mi
reputación y mi honor, prorrumpía, en presencia de los que venían a verme, en
quejas amargas, y exclamaba en medio de la exaltación que naturalmente debía
producir todo esto en mi espíritu, que
no sabía si ser pardo era la causa de que se me calumniase y
vilipendiase; pero es falso el que convocase, ni en público ni en privado, a
los hombres de color, a la conspiración de que se me acusa; a nadie he hecho
comprometimientos, de nadie he formado apuntes, a nadie he visitado ni hablado
más que con los que han venido a verme, y sobre todo, cómo podía proyectar
conspiración y solicitar partidarios un hombre que sólo anhelaba por irse y que
incesantemente se fatigaba por la consecución de lo que se necesitaba para mi
viaje, y esto no obstante las reiteradas súplicas de varios Jefes y oficiales
porque no me fuese, a quienes dije constantemente que me iba, que no podía
permanecer en un país donde se me había
tratado de ladrón, y que me iba en solicitud del General Mariño ¿Acaso el
General Mariño es tenido por el Jefe de la facción de un color contra otro?
Sobre todo, es imposible que pueda haber un solo hombre que en mi presencia me
sostenga que lo he convocado para el aniquilamiento de los hombres blancos, ni
para la destrucción del actual gobierno, a menos que sea un enemigo mío y que
haya jurado mi muerte.
Vuelto
a reconvenir.-¿cómo niega el antecedente, cuando está justificado que ha
convidado a varios Jefes, haciendo algunos las promesas más lisonjeras e
interesándoles en que reuniese a los de su partido para la ejecución de la
conspiración, persuadiéndoles que contaba con todas las fuerzas y
protestándoles que no obedecería más a la Suprema Autoridad, y que estaba
resuelto a llevar a efecto su proyecto?
-Es falso. Me atengo a lo ya declarado; a nadie he
convidado, ni menos he hecho promesas de ninguna especie, lo único que he dicho
fue que no serviría más en un Gobierno donde se me ha tratado de ladrón.
-A
dónde se dirigió después que salió de esta Provincia?
-A la ciudad de Maturín.
-Cuál
fue su conducta después que llegó a Maturín?
-Desde el momento que llegué a
Maturín y me desmontó en la posada del señor General Rojas, a donde con este
motivo se había reunido una porción de oficiales y vecinos del pueblo, pasados
los primeros cumplidos, les dije en voz alta, y lo continué haciendo mientras permanecí
en aquel pueblo, sobre la unión de todas las clases, diciéndoles que el único
modo de salvarnos era el que los blancos, pardos, negros e indios se uniesen y
estrechasen cada vez más; que cuando se vio en particular con sus amigos, y
éstos le preguntaron sobre la causa de
su viaje, les dije que me iba de este país, huyendo de las calumnias que contra
mí se habían levantado, atribuyéndoseme entre otras cosas, la usurpación de
intereses del Estado, y para evitar que me sacrificasen como me habían hecho creer algunos, me quejé de estas
injusticias, pero privadamente, en conversaciones particulares, con personas de
confianza y con mucho menos calor que cuando estaba en esta Provincia, porque
lejos ya del peligro que se me había hecho temer, mi imaginación se había
despejado y se había tranquilizado mi espíritu; tuve varios convites en casa de
estos mismos amigos, con los cuales no hice más que regocijarme y dilatar mi
corazón, sin tratar asunto alguno que perjudicase la tranquilidad pública. Esta
ha sido mi conducta en Maturín, sin que tuviese tratos ocultos, ni menos se
produjese con Jefes ni subalternos en otros términos que los de la amistad y trato ordinario. Sobre esto atestigua todo el pueblo de
Maturín, pudiéndose examinar, sin perjuicio de la brevedad de la causa, al
Capitán de navío Antonio Díaz y al Teniente Coronel Pache, quienes, si son oficiales de honor y
no dudo declararán lo mismo que dejo relatado.
Al otro día de mi llegada a
aquella ciudad escribí al señor General Mariño, manifestándosela y diciéndole
que por haber llegado muy fatigado no iba en el momento a reunirme con él, pero
que lo verificaría muy pronto. El
General Mariño, quien estaba en San Francisco, cuando recibió esta carta, envió al señor Coronel Izabal y
otros oficiales, y con ellos marché a
reunirse a aquel Jefe.
Reconvenido.-
Cómo dice que su conducta en Maturín ha sido tan regular, cuando hay testigo
que deponga que allí continuó trabajando y con mayor ahínco por la ejecución de la conspiración y por hacerse
de partido, convocando Jefes, haciendo
ver los muchos partidarios que dejaba en esta Provincia, los muchos con que contaba en Cumaná y lo fácil que le
era reunir allí un ejército, en lo que iba a trabajar inmediatamente, venir a
este lado, reforzarse con todos los partidarios que aquí lo aguardaban, atacar y destruir a todos los
blancos, especialmente a los mantuanos, destruir también a todos los que los
sostuviesen, y establecer un Gobierno?
-Niego el cargo que se me
hace. Puede existir en el mundo una
cabeza que me juzgue capaz de pensar en establecer un Gobierno con los
escombros a que quedaría reducida la República?
Según el inicuo y sanguinario proyecto que se me atribuye, no creo que
exista. Lo que me es más sensible, es
que después de haber servido fielmente a
la República, después de haber merecido bien de la patria y haberle consagrado
mis tareas, mi vida y toda especie de sacrificios, me vea en el día acusado y
procesado por los proyectos más atroces
y contrarios a los sentimientos de mi corazón, hijos sólo de la más negra
intriga. No niego, como tengo ya
declarado, que al calor de mis quejas haya dicho algunas expresiones fuertes,
nacidas de mi justo sentimiento, pero éstas no han tenido ningún objeto, ningún
plan, han sido conversaciones casuales y amistosas, desahogos de un hombre
altamente lastimado. Luego que llegué al campo del General Mariño, cesaron
estas mismas quejas, y sólo pensé en arreglar y organizar aquella Provincia,
reunir tropas y continuar haciendo la guerra a los enemigos de la República.
Vuelto
a reconvenir.- Cómo dice que desde que
se unió al General Mariño sólo trató de arreglar y organizar la Provincia de
Cumaná y de reunir tropas para continuar la guerra contra los enemigos
de la República, cuando resultas de correspondencia oficial lo que se ve en el
documento número doce, folio diez y nueve?
-El cargo que me le hace es falso y ridículo, no cabe en el sentido común, y casi
no debía habérsele dado entrada en este proceso; pero esto mismo
corrobora más la proposición que acaba de asentar en la anterior pregunta, y es
que la más negra intriga se ha formado para perderme, para manchar y oscurecer
mis distinguidos servicios a la República, y destruir en el corazón de mis
compatriotas hasta el último sentimiento de la gratitud y del aprecio que les
he merecido; también presentaría, para mejor convencer de que ha habido un
designio manifiesto de sacrificarme, lo que me ocurrió en la ciudad de Maturín,
una vez que pase a ella en compañía del señor General Mariño, a saber; que el
señor General Rojas, instigado por tres
o cuatro, dijo al General Mariño, que yo
lo había convocado a él mismo para degollar a los blancos y le citó por testigo
a su propio hermano, al Coronel Infante y a otros varios; que el General Mariño
procedió inmediatamente por sí mismo a examinar estos
testigos y resultó ser todo
falso, lo que unido al encargo que el General Rojas hizo a este Jefe de que no me dijese
que él era el que lo delataba, y al sentimiento que manifestó después de esta
delación, hizo conocer al General Mariño que todo era una calumnia; que esto
reunido a la nueva invención que ocasiona el último cargo que se me ha hecho cuya falsedad pueden
comprobar todos los individuos que existan en Cumanacoa, y al árbol genealógico que falsa y
maliciosamente se supuso encontrado entre mis papeles, debía haber hecho ver al Jefe Supremo patentemente que había un
tejido de calumnias forjadas sólo para mi ruina sin que yo pueda concebir cuál
sea la causa que le haya suscitado estos enemigos. Pido que se examinen escrupulosamente cuantos papeles existen en
mi archivo; que se recuerde mi conducta, no sólo en Venezuela sino en los países extranjeros,
y estoy seguro que lejos de atribuírseme ideas revolucionarias, semejantes a
las que en el día se me imputan, acaso resultaría más preocupado que muchos, lo
que aunque conoce no es una virtud, lo digo en obsequio de la verdad; como
también el que yo no he variado en mis principios, y sólo la malicia, la
cavilosidad y la mala fe, han podido dar el aspecto de una conspiración a las
quejas de un hombre y de un Jefe que se consideraba ofendido, ultrajado y deshonrado con la más notoria injusticia. Si
yo soy un conspirador ¿cómo es que luego
que quede mandando en jefe en Cumanacoa, en donde reuní un cuerpo de quinientos hombres, no se ha visto una
proclama, un bando un oficio, una carta en que yo aparezca como el jefe de una
conspiración? Cuando por el contrario
resultaría, si se mandase una comisión a examinar mi conducta, que lejos de
buscar partidarios en el proyecto que se
me acumula y de atraerme a aquellos hombres que por su influjo, ideas
sediciosas y enemistad personal con la autoridad suprema, podían serme útil
patrocinándolos y tolerando sus excesos,
establecí una comisión militar, y al primero que puse en sus manos para ser
juzgado, fue al Comandante de Dragones
ciudadano León Prado, que por pardo y por las demás cualidades que tiene y son
notorias, era un jefe aparente para la conjuración, y yo hubiera tratado de
ganármelo si estas hubieran sido mis miras, pero que a mi nunca me han animado otras ideas que las
que se dirigen al bien de la Patria, a la conservación del orden y a mantener
la justicia. He sido hombre de bien, y
moriré hombre de bien, no
obstante las calumnias de mis enemigos.
-Cómo
fue a reunirse al General Mariño, siendo un Jefe disidente, que no reconocía la
legítima autoridad constituida y reconocida generalmente?
-Fui a reunirse al General
Mariño, como tengo declarado, pero no con el proyecto de permanecer con él,
sino con el designio de conseguir un pasaporte de su mano para trasladarme a
una Colonia extrajera, a donde no podía presentarme sin un documento semejante que me pusiese a
cubierto de las sospecha de deserción a causa de haber dejado en esta ciudad el
pasaporte que había obtenido del Jefe Supremo. Luego que llegué a Aragua, en
presencia del Coronel Izabal, el Capitán Villegas y otros varios oficiales,
hice al General Mariño mi solicitud, manifestándole que me retiraba hasta que
reinase la unión y la buena armonía entre todos los Jefes y Provincias del
Estado, pues yo, que había conocido ya que cualquier otra máxima que él hubiese
asentado era un error, sólo aspiraba a la paz, a la buena armonía y mejor
inteligencia entre todos los que
combatían por la salvación de la República; sobre la negativa del General
Mariño a darme pasaporte le pedí permiso para retirarme a los montes de
Punceles a hacer una labranza y a aguardar allí
el día de la reconciliación, pero que siendo extraordinario el desorden
en que se encontraba la costa de Güiria, siendo frecuentes y sensibles las
quejas de nacionales y extranjeros de los robos e insultos que recibían y
experimentaban del Jefe de aquel Departamento y sus subalternos, conocieron todos y yo más que
nadie, que era necesaria la presencia del mismo General Mariño en Güiria para
remediar tan graves males, y me hice cargo de aquellas tropas durante la
ausencia del General Mariño, sólo por evitar la total ruina de la Provincia de
Cumaná, y porque estaba cierto de reunir tropas con que imponer algún respeto a los españoles que con fuerzas muy
superiores ocupaban la capital.
-¿Cómo
si su intención era sólo la de abstenerse de todo servicio hasta que cesasen
las desavenencias, y si sólo tomó el mando de las tropas del General Mariño por
las razones que indica, resulta que
usted, en unión de dicho General Mariño, marchó contra Maturín con tropas armada y amenazas de guerra, por la
sola razón de que aquel Departamento era fiel al Gobierno de la República?
-Cuando el General Mariño marchó
hacia Maturín, yo fui en su compañía y estuve en todo este tiempo como un
simple espectador, pero que en honor a la verdad no puedo menos que manifestar
que las intenciones del General Mariño eran sólo de obtener algún auxilio de
municiones, pues si su proyecto hubiera sido de forzar a Maturín lo habría
ejecutado impunemente porque no había tropas que se le opusiesen.
-¿Cómo
es cierto que la orden del Jefe Supremo para que se presentase en el Cuartel
General de Casacoima, en Julio del
corriente año, le fue comunicada y cómo también es cierto que la desobedeció y
desertó de esta ciudad?
-Es cierto que me fue comunicada
la orden del mismo Jefe Supremo en Aragua por el General Cedeño, como también
es cierto que traté de hacer armas contra este General y el piquete que lo escoltaba, también es cierto que me
resistí a seguir con el General Cedeño, pero esta resistencia no nacía de un
principio de insubordinación, sino del temor
que me inspiraba la proscripción publicada contra mi en el manifiesto
dado por el Jefe Supremo en la ciudad de Guayana; si el General Cedeño me
hubiese manifestado un documento del Jefe Supremo en que se me asegurase la remisión de las faltas que
hubiera cometido, yo habría venido voluntariamente, como un hombre que ha
reconocido sus errores y que sólo
deseaba la paz, la unión y la buena armonía; pero a mi me intima su
presentación en esta ciudad y con nada se me garantiza mi persona, quedo
expuesto a todo el furor que respira el
manifiesto referido y temo ser sacrificado. Si con algo se me hubiera
garantizado mi persona, yo no hubiera
vacilado un instante en venir a esta plaza; yo no habría entregado las
tropas que el General Mariño me había confiado, porque esta conducta habría
mancillado mi honor, pero habría puesto mi persona en manos del Jefe Supremo con la mayor confianza, pues si yo me había descarriado del verdadero camino yo lo habría
vuelto a encontrar y deseaba seguirle, pero de un modo que conciliase mi
seguridad personal; mis tropas tenían las armas descargadas, y si yo hubiera querido hacer una resistencia
obstinada, tiempo sobrado tuve para hacerla, mandando cargar, de manera que
mi resistencia fue más de palabras que
de hecho. Jamás ha sido mi intención sembrar la guerra civil.
-Tiene
algo más que añadir?
-No tengo más que añadir. Lo dicho es la verdad a cargo del juramento
que tengo hecho.
Diligencia para evacuar las
citas de la confesión del acusado.
Al
día siguiente, 9 de octubre de 1817, el Juez Fiscal, con asistencia del
Secretario, pasó a la posada del Jefe Supremo y en vista de la confesión que
antecede del General Manuel Piar, por la que resultan citados en comprobación
de su conducta en Maturín el Capitán de navío, Antonio Díaz, y el Teniente
Coronel Francisco Pildain a quien se nombra en la confesión “Pache”, y mandó se
evacuasen estas citas a fin de que constaran en las diligencia.
Declaración del noveno testigo,
Teniente Coronel Francisco Pildain.
Inmediatamente
compareció ante el dicho señor Fiscal y el presente Secretario, el Teniente
Coronel ciudadano Francisco Pildain, uno de los citados por el señor General
Manuel Piar en su confesión al folio 41, a quien dicho señor Fiscal hizo tender la mano derecha sobre el puño de su espada y
Preguntando.-
Si bajo su palabra de honor promete decir verdad en lo que se le interrogare:
dijo “sí prometo.”
Preguntando.-
Su nombre y empleo: dijo, que se llama Francisco Pildain y que es Teniente
Coronel de Infantería.
Preguntando.-
Si conoce al señor General Manuel Piar, si sabe dónde se halla y por qué causa
se le procesa: dijo, que conoce al señor General Manuel Piar, que sabe se halla
preso en esta ciudad y que considera se le procesa por la conspiración que
dicen intentó en esta Provincia.
Preguntando.-
Si el declarante se encontraba en Maturín cuando el señor General Piar llegó a
aquella ciudad después de haberse fugado de esta Provincia, y cual fue la
conducta que observó allí dicho General: dijo, que el declarante estaba en
Maturín cuando llegó el señor General Piar fugitivo de esta Provincia, acompañado
de un solo asistente; que el declarante fue uno de los primeros que estuvo a
verle a causa de que estando de Jefe ese día iba en aquel momento a recibir ordenes del General
Rojas; que este General lo presentó al General Piar, diciéndole; aquí tiene U.
al Teniente Coronel Pache, quien le dijo al saludarlo que parecía un mantuano,
lo que el declarante extrañó y le
fue desagradable; que allí se reunieron
varios oficiales y vecinos y que se hizo una salva de artillería de cinco tiros
de cañón promovida por el C. Cipriano
López que se comprometió a pagar la pólvora, diciendo que se
disparasen los tiros que aquel era su General, el primer General que había
conocido; que sobre la conducta que
privadamente observase el señor General Piar nada puede decir porque no
tuvo conocimiento de ella; pero que en público, cuando se quejaba de lo que le
habían hecho en Guayana, decía públicamente que los mantuanos lo habían querido sacrificar y lo habían mandado
asesinar, y que no sabía por qué fuera
esta persecución después de todos sus servicios, sino por aquel pellejo, decía
tocándose las manos, pero añadía que aquel pellejo les costaría caro; que
también decía que Maturín en donde él había tenido las primeras victorias, no creían lo abandonasen;
que él iba a unirse al General Mariño, para que se hiciera la división de las
Provincias como estaban anteriormente, y que los mantuanos gobernasen en
Occidente, que Mariño y él gobernarían en Oriente.
Y
habiendo leído la cita que se hace del declarante, dijo que no ha oído las
expresiones que General Piar confiesa divulgar a favor de la unión en Maturín,
que tampoco ha tenido con él ni presenciado conversaciones privadas, ni
particulares, ni menos ha concurrido a convites y que se refiere a lo que deja
declarado.
Preguntando.-
Si tiene más que añadir: dijo que no tiene más que añadir y que lo dicho es la
verdad a cargo de la palabra de honor que tiene dada, en que se afirmó y
ratificó leída que le fue esa declaración,
y dijo ser de edad de treinta y tres años, y lo firmó con el señor
Fiscal y el presente Secretario.
Segunda
declaración del quinto testigo. Capitán de navío Antonio Díaz.
En el mismo día, mes y año, compareció ante el referido señor Fiscal y
el presente Secretario, el Capitán de navío
ciudadano Antonio Díaz, uno de los citados por el Señor General Piar en
su confesión, al folio 41 , a quien dicho señor Juez Fiscal hizo poner la mano derecha sobre el puño de su espada, y
Preguntando.-
Si bajo su palabra de honor promete decir verdad en lo que se le interrogase;
dijo, “sí prometo.”
Y
habiéndole leído la cita que se hace del declarante: dijo, que es cierto que el
señor General Piar, desde que llegó a
Maturín, en donde creyó encontrar un gran partido, públicamente discurría y
convidaba a que todos se reuniesen para
la destrucción del mantuanismo, y que sobre esto se refiere a lo que tiene ya
declarado; que el declarante no ha estado en convites ni tiene noticia de otra
conferencia privada que la que el General Piar tuvo con él, y que lo dicho es
la verdad a cargo de la palabra de honor que tiene dada, en que se ratificó y
afirmó, leída que le fue esta declaración, y la firmó con el señor Fiscal y el
presente Secretario.
Diligencia de haber aceptado y
jurado el oficial defensor.
En dicho día, mes y año, se presentó ante el señor General de Brigada
Carlos Soublette, Jefe del Estado Mayor General y el presente Secretario, el señor Ayudante
general, Teniente Coronel Fernando Galindo, en orden del oficio que dicho señor
le pasó con fecha del mismo día, participándole el nombramiento que el señor
General Manuel Piar había hecho en él, para su defensor, cuyo encargo dijo
aceptaba; y habiendo puesto la mano derecha tendida sobre el puño de su espada
promete bajo su palabra de honor defender al expresado Manuel Piar con verdad,
arreglándose al espíritu de las ordenanzas del ejército; y para que conste por
diligencia lo firmó con dicho señor y el presente Secretario.
Ratificación
de los testigos
Inmediatamente
el Juez Fiscal hizo comparecer ante él, el Secretario y el oficial defensor
Fernando Galindo a todos los testigos, a los cuales se les leyeron sus
declaraciones que obran en el proceso para que dijeran si eran las mismas que
había hecho; si tenían que añadir o quitar; si conocían la firma; si era de su
mano propia y si la ratificaban bajo la palabra de honor que tenían dada.
Todos, uno por uno, individualmente, a excepción de del séptimo testigo Timoteo
Díaz, quien desertó, ratificaron sus declaraciones sin enmienda y reconocieron sus firmas y la cruz con la
que firmaron quienes como José Claro Sixto no sabían leer ni escribir..
El día 10, después de comparecer
el último testigo en la audiencia de ratificación, el Juez Fiscal y el
Secretario se trasladaron a la prisión del General Manuel Piar para practicar
un registro y embargo del dinero que se encontrase en su poder. Se realizó un escrupuloso registro de toda la
prisión y el oficial de la guardia, Capitán Juan José Conde, al darlo a conocer
al General Piar, con arreglo a la orden que tenía, éste exhibió siete onzas de oro, diciendo ser todo lo que
existía en su poder, y habiéndose por el referido oficial de la guardia
procedido al registro nada más se encontró.
Añadiendo el mencionado General Piar que en poder del oficial de guardia
saliente, Teniente Pedro Morin, existe una onza de su propiedad, que le dio en
la mañana para que la cambiase,
gratificase con un peso al soldado que la había sacado del lugar donde se le
cayó y le volviesen el resto. Que si desde el primer día de su prisión se
le hubiese dicho algo sobre el particular, habría presentado las mismas ocho
onzas que dijo traía desde Aragua. Con lo que quedó cumplida la orden del Jefe
Supremo.
Inmediatamente
se presentó el Teniente Morin ante el Juez Fiscal, exhibiendo diez y siete
pesos en plata macuquina, resto de la onza que había cambiado, deducido el peso
con que se gratificó al soldado que la halló, y ordenó el Juez que junto con
las siete onzas de oro se depositasen en la Hacienda Pública.
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