martes, 4 de junio de 2013

CAPITULO XX / Comparece Piar ante el Fiscal

                                                                       
Para que lo defienda en el juicio que se le sigue, Piar nombra al Teniente coronel Fernando Galindo – El ocho de octubre comparece  y es ampliamente interrogado – Ante el defensor de Piar, debidamente juramentado, los testigos ratifican sus declaraciones – Requisan calabozo de Piar y le confiscan siete onzas de oro y diecisiete pesos en plata macuquina que fueron depositados en la Hacienda Pública.

           
            En la plaza de Angostura, a 8 de Octubre de 1817, el General de Brigada Carlos Soublette pasó con asistencia del Secretario José Ignacio Pulido, a la casa donde se hallaba preso el General Manuel Piar, para recibirle su confesión.  Antes se le hizo saber que sería sometido a un Consejo de Guerra, y que debía en el acto elegir un oficial para que pudiera defenderlo en la presente causa, y enterado nombró al señor Ayudante general, Fernando Galindo.

            Inmediatamente el Juez Fiscal pidió al General Manuel Piar, levantase la mano derecha, y  le preguntó: ¿Juráis  a Dios y Prometéis a la República decir verdad sobre el punto de que os voy a interrogar?  Al responder que sí, comenzó a ser interrogado:
            Preguntado su nombre, edad, patria, religión y empleo, dijo llamarse Manuel Piar; de cuarenta años de edad; natural de la isla de Curazao, de religión Católica, Apostólica, Romana, y  General en Jefe del ejército.
            -Sabe la causa por la que se halla preso?
-Haber sido llamado por el Jefe Supremo, y no haber concurrido  a este llamamiento, por el temor que me habían hecho concebir las voces que se difundían en mi perjuicio, y haber hecho uso del pasaporte que se me había concedido.
            -Qué día salió de la villa de Upata, cuándo llegó al Juncal, y cuándo pasó  el río Orinoco?
-En aquellos días tenía la imaginación tan sobrecargada que no puedo recordar las fechas; pero considero saldría de la villa de Upata en la primera semana del mes de Julio del presente año, permanecería como ocho días en el Juncal, otros tantos dentro de esta ciudad después que fue ocupada por las armas de la República, y verifiqué el paso del Orinoco por los días 26, 27 ó 28 de dicho mes.
            -Por qué desde que llegó al Juncal no hizo uso de su pasaporte?
-Porque necesitaba auxilio de bestias que debía franquearme el General Cedeño, las cuales era menester traer de los potreros, y porque además el mismo General Cedeño, a instancias mía, se había  encargado de pasar al Cuartel General a solicitar del Jefe Supremo se examinase en un Consejo de Guerra mi conducta relativa al manejo de los intereses del Estado que públicamente se decía me los había apropiado.  Aguardaba las resultas;  cuando el señor General Cedeño regresó  y me dio por respuesta que no había tiempo para verificar el Consejo que deseaba para sincerarme, ya la plaza había sido evacuada por los españoles y sólo traté de ausentarme haciendo uso del permiso que tenía, y activé cuanto me fue posible la consecución de las bestias que necesitaba para mi viaje y el de los Dragones que también se me había permitido llevar en mi compañía.
            -Confiese cuál fue su conducta desde que llegó al Juncal hasta que verificó el paso del Orinoco?
-Mi conducta ha sido  la más pacífica, pues apenas salí de mi casa, esperando que llegasen las bestias y la contestación del asunto de que se había encargado el señor General Cedeño, y de que ya he hecho relación.
            Aquí el Juez Fiscal lo reconvino diciendo: Cómo dice que su conducta mientras permaneció en el Juncal y en esta ciudad  fue una  conducta pacífica, cuando resulta de autos que, tanto privadamente como en público, convocaba y animaba a todos los hombres de color a una conspiración para asesinar a todos los hombres blancos que servían a la República, y destruir el actual sistema de gobierno, publicando que se le perseguía porque era pardo, y  que el gran misterio de la administración se dirigía a la destrucción de esta clase?
-Niego la reconvención en la forma que se me hace, pues la idea sola de asesinato me horroriza  ¿quién, después de haber dado tan repetidas pruebas en el ejercicio de la autoridad, de cuánto le cuesta derramar la sangre del criminal, sea capaz de concebir el proyecto de destrucción contra toda una raza de hombres? y aunque no niego que lastimado de las injusticias que se me han hecho, de los crímenes que se me imputan, entre otros el de usurpador de los intereses públicos, y sofocado con las relaciones que se me hacían de la enemistad que me profesaban ya varios de mis amigos, del asesinato que contra mi se premeditaba, y de las especies indecentes con que se manchaba mi reputación y mi honor, prorrumpía, en presencia de los que venían a verme, en quejas amargas, y exclamaba en medio de la exaltación que naturalmente debía producir todo esto en mi espíritu, que  no sabía si ser pardo era la causa de que se me calumniase y vilipendiase; pero es falso el que convocase, ni en público ni en privado, a los hombres de color, a la conspiración de que se me acusa; a nadie he hecho comprometimientos, de nadie he formado apuntes, a nadie he visitado ni hablado más que con los que han venido a verme, y sobre todo, cómo podía proyectar conspiración y solicitar partidarios un hombre que sólo anhelaba por irse y que incesantemente se fatigaba por la consecución de lo que se necesitaba para mi viaje, y esto no obstante las reiteradas súplicas de varios Jefes y oficiales porque no me fuese, a quienes dije constantemente que me iba, que no podía permanecer en un país  donde se me había tratado de ladrón, y que me iba en solicitud del General Mariño ¿Acaso el General Mariño es tenido por el Jefe de la facción de un color contra otro? Sobre todo, es imposible que pueda haber un solo hombre que en mi presencia me sostenga que lo he convocado para el aniquilamiento de los hombres blancos, ni para la destrucción del actual gobierno, a menos que sea un enemigo mío y que haya jurado mi muerte.
            Vuelto a reconvenir.-¿cómo niega el antecedente, cuando está justificado que ha convidado a varios Jefes, haciendo algunos las promesas más lisonjeras e interesándoles en que reuniese a los de su partido para la ejecución de la conspiración, persuadiéndoles que contaba con todas las fuerzas y protestándoles que no obedecería más a la Suprema Autoridad, y que estaba resuelto a llevar a efecto su proyecto?
-Es falso.  Me atengo a lo ya declarado; a nadie he convidado, ni menos he hecho promesas de ninguna especie, lo único que he dicho fue que no serviría más en un Gobierno donde se me ha tratado de ladrón.
            -A dónde se dirigió después que salió de esta Provincia?
-A la ciudad de Maturín.
            -Cuál fue su conducta después que llegó a Maturín?
-Desde el momento que llegué a Maturín y me desmontó en la posada del señor General Rojas, a donde con este motivo se había reunido una porción de oficiales y vecinos del pueblo, pasados los primeros cumplidos, les dije en voz alta, y lo continué haciendo mientras permanecí en aquel pueblo, sobre la unión de todas las clases, diciéndoles que el único modo de salvarnos era el que los blancos, pardos, negros e indios se uniesen y estrechasen cada vez más; que cuando se vio en particular con sus amigos, y éstos  le preguntaron sobre la causa de su viaje, les dije que me iba de este país, huyendo de las calumnias que contra mí se habían levantado, atribuyéndoseme entre otras cosas, la usurpación de intereses del Estado, y para evitar que me sacrificasen como me habían  hecho creer algunos, me quejé de estas injusticias, pero privadamente, en conversaciones particulares, con personas de confianza y con mucho menos calor que cuando estaba en esta Provincia, porque lejos ya del peligro que se me había hecho temer, mi imaginación se había despejado y se había tranquilizado mi espíritu; tuve varios convites en casa de estos mismos amigos, con los cuales no hice más que regocijarme y dilatar mi corazón, sin tratar asunto alguno que perjudicase la tranquilidad pública. Esta ha sido mi conducta en Maturín, sin que tuviese tratos ocultos, ni menos se produjese con Jefes ni subalternos en otros términos que   los de la amistad y trato ordinario.  Sobre esto atestigua todo el pueblo de Maturín, pudiéndose examinar, sin perjuicio de la brevedad de la causa, al Capitán de navío  Antonio Díaz  y al Teniente Coronel  Pache, quienes, si son oficiales de honor y no dudo declararán lo mismo que dejo relatado.  Al otro día  de mi llegada a aquella ciudad escribí  al señor  General Mariño, manifestándosela y diciéndole que por haber llegado muy fatigado no iba en el momento a reunirme con él, pero que lo verificaría muy pronto.  El General Mariño, quien estaba en San Francisco, cuando recibió  esta carta, envió al señor Coronel Izabal y otros oficiales, y con ellos marché  a reunirse a aquel Jefe.
            Reconvenido.- Cómo dice que su conducta en Maturín ha sido tan regular, cuando hay testigo que deponga que allí continuó trabajando y con mayor ahínco por  la ejecución de la conspiración y por hacerse de partido,  convocando Jefes, haciendo ver los muchos partidarios que dejaba en esta Provincia, los muchos  con que contaba en Cumaná y lo fácil que le era reunir allí un ejército, en lo que iba a trabajar inmediatamente, venir a este lado, reforzarse con todos los partidarios que aquí lo  aguardaban, atacar y destruir a todos los blancos, especialmente a los mantuanos, destruir también a todos los que los sostuviesen, y establecer un Gobierno?
-Niego el cargo que se me hace.  Puede existir en el mundo una cabeza que me juzgue capaz de pensar en establecer un Gobierno con los escombros a que quedaría reducida la República?  Según el inicuo y sanguinario proyecto que se me atribuye, no creo que exista.  Lo que me es más sensible, es que después de haber  servido fielmente a la República, después de haber merecido bien de la patria y haberle consagrado mis tareas, mi vida y toda especie de sacrificios, me vea en el día acusado y procesado por los proyectos  más atroces y contrarios a los sentimientos de mi corazón, hijos sólo de la más negra intriga.  No niego, como tengo ya declarado, que al calor de mis quejas haya dicho algunas expresiones fuertes, nacidas de mi justo sentimiento, pero éstas no han tenido ningún objeto, ningún plan, han sido conversaciones casuales y amistosas, desahogos de un hombre altamente lastimado. Luego que llegué al campo del General Mariño, cesaron estas mismas quejas, y sólo pensé en arreglar y organizar aquella Provincia, reunir tropas y continuar haciendo la guerra a los enemigos de la República.
            Vuelto a reconvenir.- Cómo dice  que desde que se unió al General Mariño sólo trató de arreglar y organizar la Provincia de Cumaná  y de reunir tropas  para continuar la guerra contra los enemigos de la República, cuando resultas de correspondencia oficial lo que se ve en el documento número doce, folio diez y nueve?
-El cargo  que me le hace es falso y  ridículo, no cabe en el sentido  común, y casi  no debía habérsele dado entrada en este proceso; pero esto mismo corrobora más la proposición que acaba de asentar en la anterior pregunta, y es que la más negra intriga se ha formado para perderme, para manchar y oscurecer mis distinguidos servicios a la República, y destruir en el corazón de mis compatriotas hasta el último sentimiento de la gratitud y del aprecio que les he merecido; también presentaría, para mejor convencer de que ha habido un designio manifiesto de sacrificarme, lo que me ocurrió en la ciudad de Maturín, una vez que pase a ella en compañía del señor General Mariño, a saber; que el señor  General Rojas, instigado por tres o cuatro,  dijo al General Mariño, que yo lo había convocado a él mismo para degollar a los blancos y le citó por testigo a su propio hermano, al Coronel Infante y a otros varios; que el General Mariño procedió inmediatamente por sí mismo a examinar   estos  testigos y resultó ser todo  falso, lo que unido al encargo que el General  Rojas hizo a este Jefe de que no me dijese que él era el que lo delataba, y al sentimiento que manifestó después de esta delación, hizo conocer al General Mariño que todo era una calumnia; que esto reunido a la nueva invención que ocasiona el último  cargo que se me ha hecho cuya falsedad pueden comprobar todos los individuos que existan en Cumanacoa,  y al árbol genealógico que falsa y maliciosamente se supuso encontrado entre mis papeles, debía haber hecho  ver al Jefe Supremo patentemente que había un tejido de calumnias forjadas sólo para mi ruina sin que yo pueda concebir cuál sea la causa que le haya suscitado estos enemigos. Pido que se examinen  escrupulosamente cuantos papeles existen en mi archivo; que se recuerde mi conducta, no sólo  en Venezuela sino en los países extranjeros, y estoy seguro que lejos de atribuírseme ideas revolucionarias, semejantes a las que en el día se me imputan, acaso resultaría más preocupado que muchos, lo que aunque conoce no es una virtud, lo digo en obsequio de la verdad; como también el que yo no he variado en mis principios, y sólo la malicia, la cavilosidad y la mala fe, han podido dar el aspecto de una conspiración a las quejas de un hombre y de un Jefe que se consideraba ofendido, ultrajado y  deshonrado con la más notoria injusticia. Si yo soy un conspirador  ¿cómo es que luego que quede mandando en jefe en Cumanacoa, en donde reuní un cuerpo de  quinientos hombres, no se ha visto una proclama, un bando un oficio, una carta en que yo aparezca como el jefe de una conspiración?  Cuando por el contrario resultaría, si se mandase una comisión a examinar mi conducta, que lejos de buscar  partidarios en el proyecto que se me acumula y de atraerme a aquellos hombres que por su influjo, ideas sediciosas y enemistad personal con la autoridad suprema, podían serme útil patrocinándolos y  tolerando sus excesos, establecí una comisión militar, y al primero que puse en sus manos para ser juzgado, fue al Comandante  de Dragones ciudadano León Prado, que por pardo y por las demás cualidades que tiene y son notorias, era un jefe aparente para la conjuración, y yo hubiera tratado de ganármelo si estas hubieran sido mis miras, pero que  a mi nunca me han animado otras ideas que las que se dirigen al bien de la Patria, a la conservación del orden y a mantener la justicia. He sido hombre de bien, y  moriré  hombre de bien, no obstante las calumnias de mis enemigos.
            -Cómo fue a reunirse al General Mariño, siendo un Jefe disidente, que no reconocía la legítima autoridad constituida y reconocida generalmente?
-Fui a reunirse al General Mariño, como tengo declarado, pero no con el proyecto de permanecer con él, sino con el designio de conseguir un pasaporte de su mano para trasladarme a una Colonia extrajera, a donde no podía presentarme  sin un documento semejante que me pusiese a cubierto de las sospecha de deserción a causa de haber dejado en esta ciudad el pasaporte que había obtenido del Jefe Supremo. Luego que llegué a Aragua, en presencia del Coronel Izabal, el Capitán Villegas y otros varios oficiales, hice al General Mariño mi solicitud, manifestándole que me retiraba hasta que reinase la unión y la buena armonía entre todos los Jefes y Provincias del Estado, pues yo, que había conocido ya que cualquier otra máxima que él hubiese asentado era un error, sólo aspiraba a la paz, a la buena armonía y mejor inteligencia  entre todos los que combatían por la salvación de la República; sobre la negativa del General Mariño a darme pasaporte le pedí permiso para retirarme a los montes de Punceles a hacer una labranza y a aguardar allí  el día de la reconciliación, pero que siendo extraordinario el desorden en que se encontraba la costa de Güiria, siendo frecuentes y sensibles las quejas de nacionales y extranjeros de los robos e insultos que recibían y experimentaban del Jefe de aquel Departamento y sus  subalternos, conocieron todos y yo más que nadie, que era necesaria la presencia del mismo General Mariño en Güiria para remediar tan graves males, y me hice cargo de aquellas tropas durante la ausencia del General Mariño, sólo por evitar la total ruina de la Provincia de Cumaná, y porque estaba cierto de reunir tropas con que imponer algún  respeto a los españoles que con fuerzas muy superiores ocupaban la capital.
            -¿Cómo si su intención era sólo la de abstenerse de todo servicio hasta que cesasen las desavenencias, y si sólo tomó el mando de las tropas del General Mariño por las razones que indica, resulta  que usted, en unión de dicho General Mariño, marchó contra Maturín con  tropas armada y amenazas de guerra, por la sola razón de que aquel Departamento era fiel al Gobierno de la República?
-Cuando el General Mariño marchó hacia Maturín, yo fui en su compañía y estuve en todo este tiempo como un simple espectador, pero que en honor a la verdad no puedo menos que manifestar que las intenciones del General Mariño eran sólo de obtener algún auxilio de municiones, pues si su proyecto hubiera sido de forzar a Maturín lo habría ejecutado impunemente porque no había tropas que se le opusiesen.
            -¿Cómo es cierto que la orden del Jefe Supremo para que se presentase en el Cuartel General de Casacoima, en Julio  del corriente año, le fue comunicada y cómo también es cierto que la desobedeció y desertó de esta ciudad?
-Es cierto que me fue comunicada la orden del mismo Jefe Supremo en Aragua por el General Cedeño, como también es cierto que traté de hacer armas contra este General y el piquete  que lo escoltaba, también es cierto que me resistí a seguir con el General Cedeño, pero esta resistencia no nacía de un principio de insubordinación, sino del temor  que me inspiraba la proscripción publicada contra mi en el manifiesto dado por el Jefe Supremo en la ciudad de Guayana; si el General Cedeño me hubiese manifestado un documento del Jefe Supremo en que se me  asegurase la remisión de las faltas que hubiera cometido, yo habría venido voluntariamente, como un hombre que ha reconocido sus errores y que sólo  deseaba la paz, la unión y la buena armonía; pero a mi me intima su presentación en esta ciudad y con nada se me garantiza mi persona, quedo expuesto a todo el furor que respira  el manifiesto referido y temo ser sacrificado. Si con algo se me hubiera garantizado mi persona, yo no hubiera  vacilado un instante en venir a esta plaza; yo no habría entregado las tropas que el General Mariño me había confiado, porque esta conducta habría mancillado mi honor, pero habría puesto mi persona en  manos del Jefe Supremo con   la mayor confianza, pues si yo me había  descarriado del verdadero camino yo lo habría vuelto a encontrar y deseaba seguirle, pero de un modo que conciliase mi seguridad personal; mis tropas tenían las armas descargadas, y  si yo hubiera querido hacer una resistencia obstinada, tiempo sobrado tuve para hacerla, mandando cargar, de manera que mi  resistencia fue más de palabras que de hecho. Jamás ha sido mi intención sembrar la guerra civil.
            -Tiene algo más que añadir?
-No tengo más que añadir.  Lo dicho es la verdad a cargo del juramento que tengo hecho.


Diligencia para evacuar las citas de la confesión del acusado.
            Al día siguiente, 9 de octubre de 1817, el Juez Fiscal, con asistencia del Secretario, pasó a la posada del Jefe Supremo y en vista de la confesión que antecede del General Manuel Piar, por la que resultan citados en comprobación de su conducta en Maturín el Capitán de navío, Antonio Díaz, y el Teniente Coronel Francisco Pildain a quien se nombra en la confesión “Pache”, y mandó se evacuasen estas citas a fin de que constaran en las diligencia.


Declaración del noveno testigo, Teniente Coronel Francisco Pildain.
            Inmediatamente compareció ante el dicho señor Fiscal y el presente Secretario, el Teniente Coronel ciudadano Francisco Pildain, uno de los citados por el señor General Manuel Piar en su confesión al folio 41, a quien dicho  señor Fiscal hizo tender la mano derecha  sobre el puño de su espada y
            Preguntando.- Si bajo su palabra de honor promete decir verdad en lo que se le interrogare: dijo “sí prometo.”
            Preguntando.- Su nombre y empleo: dijo, que se llama Francisco Pildain y que es Teniente Coronel de Infantería.
            Preguntando.- Si conoce al señor General Manuel Piar, si sabe dónde se halla y por qué causa se le procesa: dijo, que conoce al señor General Manuel Piar, que sabe se halla preso en esta ciudad y que considera se le procesa por la conspiración que dicen intentó en esta Provincia.
            Preguntando.- Si el declarante se encontraba en Maturín cuando el señor General Piar llegó a aquella ciudad después de haberse fugado de esta Provincia, y cual fue la conducta que observó allí dicho General: dijo, que el declarante estaba en Maturín cuando llegó el señor General Piar fugitivo de esta Provincia, acompañado de un solo asistente; que el declarante fue uno de los primeros que estuvo a verle a causa de que estando de Jefe ese día iba en  aquel momento a recibir ordenes del General Rojas; que este General lo presentó al General Piar, diciéndole; aquí tiene U. al Teniente Coronel Pache, quien le dijo al saludarlo que parecía un mantuano, lo que el declarante extrañó  y le fue  desagradable; que allí se reunieron varios oficiales y vecinos y que se hizo una salva de artillería de cinco tiros de cañón  promovida por el C. Cipriano López  que se comprometió  a pagar la pólvora, diciendo que se disparasen los tiros que aquel era su General, el primer General que había conocido; que sobre la conducta que  privadamente observase el señor General Piar nada puede decir porque no tuvo conocimiento de ella; pero que en público, cuando se quejaba de lo que le habían hecho en Guayana, decía públicamente que los mantuanos lo habían  querido sacrificar y lo habían mandado asesinar, y que no sabía por  qué fuera esta persecución después de todos sus servicios, sino por aquel pellejo, decía tocándose las manos, pero añadía que aquel pellejo les costaría caro; que también decía que Maturín en donde él había tenido las  primeras victorias, no creían lo abandonasen; que él iba a unirse al General Mariño, para que se hiciera la división de las Provincias como estaban anteriormente, y que los mantuanos gobernasen en Occidente, que Mariño y él gobernarían en Oriente.
            Y habiendo leído la cita que se hace del declarante, dijo que no ha oído las expresiones que General Piar confiesa divulgar a favor de la unión en Maturín, que tampoco ha tenido con él ni presenciado conversaciones privadas, ni particulares, ni menos ha concurrido a convites y que se refiere a lo que deja declarado.
            Preguntando.- Si tiene más que añadir: dijo que no tiene más que añadir y que lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de honor que tiene dada, en que se afirmó y ratificó leída que le fue esa declaración,  y dijo ser de edad de treinta y tres años, y lo firmó con el señor Fiscal y el presente Secretario.
            
            Segunda declaración del quinto testigo. Capitán de navío Antonio Díaz.                                                                                  
            En el mismo día, mes y año, compareció ante el referido señor Fiscal y el presente Secretario, el Capitán de navío  ciudadano Antonio Díaz, uno de los citados por el Señor General Piar en su confesión, al folio 41 , a quien dicho señor Juez Fiscal hizo poner  la mano derecha sobre el puño de su espada, y
            Preguntando.- Si bajo su palabra de honor promete decir verdad en lo que se le interrogase; dijo, “sí prometo.”
            Y habiéndole leído la cita que se hace del declarante: dijo, que es cierto que el señor  General Piar, desde que llegó a Maturín, en donde creyó encontrar un gran partido, públicamente discurría y convidaba a que todos  se reuniesen para la destrucción del mantuanismo, y que sobre esto se refiere a lo que tiene ya declarado; que el declarante no ha estado en convites ni tiene noticia de otra conferencia privada que la que el General Piar tuvo con él, y que lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de honor que tiene dada, en que se ratificó y afirmó, leída que le fue esta declaración, y la firmó con el señor Fiscal y el presente Secretario.
Diligencia de haber aceptado y jurado el oficial defensor.
            En dicho día, mes y año, se presentó ante el señor General de Brigada Carlos Soublette, Jefe del Estado Mayor General y  el presente Secretario, el señor Ayudante general, Teniente Coronel Fernando Galindo, en orden del oficio que dicho señor le pasó con fecha del mismo día, participándole el nombramiento que el señor General Manuel Piar había hecho en él, para su defensor, cuyo encargo dijo aceptaba; y habiendo puesto la mano derecha tendida sobre el puño de su espada promete bajo su palabra de honor defender al expresado Manuel Piar con verdad, arreglándose al espíritu de las ordenanzas del ejército; y para que conste por diligencia lo firmó con dicho señor y el presente Secretario.

            Ratificación de los testigos
            Inmediatamente el Juez Fiscal hizo comparecer ante él, el Secretario y el oficial defensor Fernando Galindo a todos los testigos, a los cuales se les leyeron sus declaraciones que obran en el proceso para que dijeran si eran las mismas que había hecho; si tenían que añadir o quitar; si conocían la firma; si era de su mano propia y si la ratificaban bajo la palabra de honor que tenían dada. Todos, uno por uno, individualmente, a excepción de del séptimo testigo Timoteo Díaz, quien desertó, ratificaron sus declaraciones sin enmienda  y reconocieron sus firmas y la cruz con la que firmaron quienes como José Claro Sixto no sabían leer ni escribir..


El día 10, después de comparecer el último testigo en la audiencia de ratificación, el Juez Fiscal y el Secretario se trasladaron a la prisión del General Manuel Piar para practicar un registro y embargo del dinero que se encontrase en su poder.  Se realizó un escrupuloso registro de toda la prisión y el oficial de la guardia, Capitán Juan José Conde, al darlo a conocer al General Piar, con arreglo a la orden que tenía, éste exhibió  siete onzas de oro, diciendo ser todo lo que existía en su poder, y habiéndose por el referido oficial de la guardia procedido al registro nada más se encontró.  Añadiendo el mencionado General Piar que en poder del oficial de guardia saliente, Teniente Pedro Morin, existe una onza de su propiedad, que le dio en la mañana para que  la cambiase, gratificase con un peso al soldado que la había sacado del lugar donde se le cayó  y le volviesen el resto.  Que si desde el primer día de su prisión se le hubiese dicho algo sobre el particular, habría presentado las mismas ocho onzas que dijo traía  desde Aragua.  Con lo que quedó cumplida la orden del Jefe Supremo.

            Inmediatamente se presentó el Teniente Morin ante el Juez Fiscal, exhibiendo diez y siete pesos en plata macuquina, resto de la onza que había cambiado, deducido el peso con que se gratificó al soldado que la halló, y ordenó el Juez que junto con las siete onzas de oro se depositasen en la Hacienda Pública.



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