Piar decide separarse del ejército – Bolívar se apresura
a pedirle al Padre Blanco abandone las Misiones y venga a su lado – Lo
participa a Piar y le exige desistir de su propósito - Piar permanece firme en su decisión y solicita pasaporte – Sucre y
Urdaneta llegan a Guayana – El hambre rinde a la guarnición de Angostura que es tomada por los patriotas - Piar
denunciado por el Coronel Juan Francisco Sánchez - El Jefe Supremo ordena detenerlo - Piar cruza
el Orinoco y propicia un encuentro con Mariño – Mariño y Piar tratan de tomar
la plaza de Maturín - Bolívar entra a la ciudad de Angostura, establece su
Gobierno y la declara capital civil y militar.
El
General en Jefe Manuel Piar ya no quiere seguir discutiendo el caso del Padre
Blanco a quien el Libertador tiene en alta estima y dispensa gran confianza, de
modo que junto con el informe de Briceño Méndez envió un oficio planteando al
Jefe Supremo separarse de su puesto. Ante este planteamiento, el Libertador trató
de evitarlo ordenando al Padre Blanco viniese inmediatamente a su cuartel “y
aquí veremos lo que convenga hacer para destinarlo a V honrosamente”. De esta resolución da cuenta a Piar desde San
Félix el mismo día 19 de junio:
“Mi
querido General: Acabo de recibir la
apreciable carta de V del 16, y en consecuencia de ella oficio ahora mismo y
escribo en particular al Comisionado de las misiones llamándolo, pues he
resuelto eximirlo del
encargo que tenia
de órdenes de
U. y mías.
Con esto queda
transigido todo compromiso
con el Padre
Blanco, servidor útil
en cualquier otro
puesto; y esto
lo hago por
complacer á U.
hasta en una
equivocación suya, que
la padece cuando
me dice que
ya Blanco no
podrá ser su
amigo. Mayor es
la equivocación creyendo
que él está
animado de prevención
contra U.—Yo conozco al
Padre Blanco, lo
que no U.
Es que éste
suele ser inflexible
hasta conmigo en las reglas.
En cuanto
al General Arismendi,
también está U.
equivocado y no
lo extraño, porque
éste ha estado
hasta ahora á
alguna distancia para
el examen de
su proceder. Aquellas
mulas, á que
se refiere y por
que le
hace U. cargos,
que pasaron el
Pueblito, como las
que mandó el
General Cedeño y
como otras y
otros animales, no
han sido robadas.
¡Por Dios General!
¿Y qué dirán
entonces nuestros enemigos
y calumniadores ¿No
sabe U. que
con las mulas,
ganados y otros
valores, se han
buscado en las
colonias y se
han proporcionado aquí
mismo elementos de
guerra que no teníamos
y subsistencia y
abrigo para los
cuerpos?.
General: prefiero
un combate con
los españoles á
estos disgustos entre
los patriotas. U.
sí que está
prevenido contra su
compañero, que debe
saber que son
amigos y de
quien no debe
separarse para el
mejor servicio de
la causa. Lo
contrario es servir
á la de la opresión.
Sí: si nos dividimos;
si nos anarquizamos;
si nos destrozamos
mutuamente, aclararemos las
filas republicanas, haremos
fuertes las de
los godos, triunfará
España, y con
razón nos titularán
vagabundos.
No insista
U. en separarse
de su puesto.
Si U. estuviera
á la cabeza,
yo no lo
abandonaría, como no
abandonaré al que
lo esté mañana,
sea quien sea,
con tal que
tenga legitimidad y
lo necesite la
patria. La patria
lo necesita á U. hoy
como lo que es y
mañana habrá de
necesitarlo como lo
que por sus
servicios llegare á ser.
No dude
de mi sinceridad.
Avíseme qué otra
medida conviene dictar
en el Gobierno
de las Misiones
de acuerdo con U.
Soy un
amigo de corazón,
Bolívar”.
Pero
aún con esta carta y la salida inmediata del Comisionado de las Misiones, el
General Piar no se siente satisfecho e insiste separarse de su cargo y en
consecuencia pide pasaporte para
movilizarse dentro y fuera de Venezuela, a lo cual accede el Jefe Supremo, sin
más alternativa:
“Simón Bolívar,
Jefe Supremo de la Republica
de Venezuela, Capitán
general de sus
Ejércitos y de
los de la
Nueva Granada, &.,
&., &.,
Concedo libre
y seguro pasaporte
al Excelentísimo General
en Jefe Manuel
Piar, para que
pase al lugar
que tenga á
bien, en el
territorio de la
República ó para
el extranjero, y
que en el
buque que le
acomode pueda trasladarse
á las colonias
extranjeras: por tanto,
ordeno y mando
á las autoridades
sujetas á la
República y á
las neutrales y
amigas ruego y
encargo, le presten
los auxilios que
necesite, quedando nosotros obligados
á hacerlo con
los de su
nación. Dado, firmado
de mi mano,
sellado con el
provisional de la
República, refrendado por el Secretario
de la Guerra
en el Cuartel
general de San
Miguel, á 30
de Junio de 1817. Bolívar.
(L. S). J. G.
Pérez , Secretario de
Guerra”.
Piar recibió el Pasaporte al día
siguiente y el cuatro, el Libertador fue sorpresivamente atacado en la laguna
de Casacoima por el realista Juan Cosmos, donde estuvo a punto de perecer junto
con los oficiales que le acompañaban de no ser por el oportuno auxilio del
Capitán Bibiano Vidal. Perdido en el
bosque cayó en una especie de éxtasis y profetizó en elocuente arenga que dentro de poco Venezuela y Colombia
serían libres y marcharía al Sur hasta lograr con su espada la libertad del
Perú. Los oficiales que lo oyeron se
alarmaron porque creían que el Libertador había perdido la razón.
Piar permaneció en la villa de
Upata hasta la primera semana de julio cuando se dirigió a El Juncal donde se
estacionó durante ocho días. Luego se
ausentó en dirección a la Mesa de Angostura, en compañía de sus edecanes Juan
Antonio Mina y Jorge Melena y vario
efectivos de los llamados Dragones de Piar. Aquí conferenció con el General
Manuel Cedeño, quien había sido relegado por fuerza de jerarquía a segundo del
General José Francisco Bermúdez en el comando y control del sitio de Angostura
que junto con los Castillos de Guayana la vieja, constituía el último baluarte de resistencia de los españoles
leales a la Corona.
Piar había conferenciado con
Cedeño sobre su situación y pedido hablara con el Jefe Supremo para que un
Consejo de Guerra examinara las acusaciones públicas de que era objeto con
relación a apropiación de intereses del Estado.
Cedeño lo complació y se trasladó al Cuartel General.
Para esa fecha el bloqueo era
completo por todas partes, y a medida que pasaban los días aumentaba el hambre
que ya se había hecho general e insufrible para los sitiados, según cuenta el
coronel realista Rafael Sevilla, uno de los defensores de la ciudad, en su
libro “Memorias de un militar”. En tan suprema angustia y sin esperanza,
pues el General Morillo que venía en su auxilio con un poderoso ejército, fue
llamado urgentemente a la isla de Margarita cuando se hallaba a 15 jornadas de
Angostura.
Ante esta situación, el
brigadier La Torre mandó reunir en el almacén militar todas las pocas
provisiones que había en poder de los particulares, y a partir del 15, desde el
general hasta el último soldado, desde el acaudalado comerciante hasta el más
infeliz particular, fueron reducidos a una ración mínima.
Los sitiados se sostuvieron
sufriendo miseria indecible y combates diarios hasta el 15 de julio que el
brigadier La Torre reunió junta de jefes y oficiales, ampliada con los representante
civiles, a la que exhortó a rendirse con las siguientes palabras: “Con hombres como vosotros, si
tuviéramos que comer, sostendríamos esta ciudad por España durante diez años,
contra todo el poder de los rebeldes del continente. Pero contra un hambre de cuatro meses no hay
héroes; ni Alejandro ni César ni Cortés ni Napoleón, han conseguido luchar
contra este enemigo interior, impalpable,
que llevamos clavado en las entrañas como un cáncer mortal, que cada día
se agrava más y nos va diezmando uno a uno.
Señores, Guayana ha hecho todo cuando cabe dentro del poder humano, por
mantener en sus torres el pabellón español, a cuya sombra nación y fue
feliz. No hay posibilidad de prolongar
más una lucha con hombres que caen muertos de extenuación al lado de nuestros
cañones. El problema que hay que
resolver ahora es abandonar la plaza sin caer en las garras del enemigo”.
El 16 por la noche empezaron a
embarcar oficiales, soldados y familias con sus equipajes más necesarios, en las embarcaciones –corbeta, bergantín,
goletas, polacras y piraguas- ancladas en el puerto y tres días después tras 40 leguas de navegación, arribaron a los
Castillos. De la noche del 20 al 21
desembarcaron y allí encontraron para dos días maíz que comer viéndose en
seguida en la misma necesidad anterior y tan cercados como en Angostura. El primero de agosto se reembarcaron y en la
madruga del dos zarparon buscando escape hacia el mar. Sobrevivieron a los ataques de las flotillas
de Brión y de la infantería desde la costa.
El día cuatro arribaron en Caño Grande, anclando en el fondeadero de
Pagallos, a 24 leguas de los Castillos.
El día 6 atravesaron la barra del Orinoco y al salir al mar encontraron
varada la barca mercante Dolores del convoy en que iba el Obispo José Ventura y
Cabello, enfermos y heridos, los cuales buscaron protección en la isla
Guacamaya, donde el anciano prelado falleció el 21 de agosto. Ya en mar franca
navegaron con viento favorable y a las nueve de la noche del día ocho llegaron
a Granada donde recibieron la protección del gobierno de la isla, 620 soldados,
200 marineros y 700 civiles entre hombres, mujeres y niños a bordo de 14
embarcaciones. El Gobernador Laurence
Fitzgerald, quien también llegó a Granada, fue dado luego de baja en el
ejército español y de quien se dijo favorecía a los patriotas. Lo cierto es que el Libertador hizo circular
el 29 de julio, una orden a los jefes, oficiales y tripulación de las
fuerzas navales, informando que el gobernador Fitgerald no era enemigo de la
independencia, aunque ejecutara las órdenes de La Torre por estar obligado a
obedecerle, y a quien en caso de caer prisionero se le tratara con toda
consideración.
Tan
pronto Angostura fue abandonada por las
autoridades realistas y numerosas familias, la División de Bermúdez ocupó la
ciudad al día siguiente, 18 de julio, y las fortalezas de Guayana la vieja
cayeron en manos de los patriotas el 3 de agosto.
Cuando Cedeño regresó del
Cuartel General ya la ciudad de Angostura había sido evacuada. El Jefe Supremo
le había comunicado que no había tiempo para estar convocando al Consejo de
Guerra. Piar durante ese ínterin había
tenido oportunidad de entrevistarse con algunos oficiales, entre ellos con el
Coronel Juan Francisco Sánchez,. quien el día 20 informó al Libertador sobre
todo lo tratado con Piar y expresando su preocupación si le permitían pasar el
Orinoco pues sus fines planteaban la sedición.
Piar pregonaba que tres o cuatro mantuanos se habían alzado con el ejército después del triunfo de
San Félix y de aprovecharse de sus trabajos y de su victoria en Guayana para
gloria propia y menoscabo de la suya.
Seis días después el Jefe Supremo libra orden
al General Bermúdez “para que
intime al General Piar que se presente en este cuartel (Casacoima), o lo remita
preso con seguridad, si no obedeciere a
aquella intimación”. Asimismo, ordena a Carlos Soublette, Sub jefe del
Estado Mayor, para que prevenga a los Comandantes del tránsito de Caruachi
hasta la línea donde él se encuentra, a
objeto de que velen sobre la conducta de Piar, e impidan que tome otra
dirección que no sea la de Casacoima.
Bermúdez, desde su despacho en
Angostura, comisiona a su edecán,
Capitán de infantería Ramón Machado,
para que vaya a la posada donde se halla hospedado Piar y lo invite a pasar por
su casa de habitación que desea hablar con él para trasmitirle un mensaje del
Jefe Supremo, pero Piar le dice que no puede ahora por hallarse
indispuesto. Esta invitación del
General Bermúdez venía a confirmar lo que por vía de su edecán Meleán, ya
sabía, de manera que toma sus previsiones y se alista para enrumbarse por la noche al otro lado del Orinoco.
Al parecer, Piar se hallaba
hospedado en una casa de la Familia Farreras.
Allí se supone que conoció a Mónica Farreras con la cual tuvo a Inés, su segunda hija (la primera, Elizabeta,
la tuvo en su matrimonio con María Marta Boon). Inés, de la que nunca supo ni
pudo conocer, se casó a temprana edad con Tomás Vásquez León, de cuya unión
nació Mercedes Vásquez Farreras, esposa del General Ramón Cecilio Farreras,
quien llegó a ser Gobernador y Jefe Militar de Guayana al final de la Guerra Libertadora.
Piar pasó a Soledad después de
haber preparado su fuga en varias curiaras.
En unas iban su concubina Mónica Farreras, dos mulas y sus archivos privados;
en otras, bastante adelantada, había pasado Piar escoltado por sus
dragones. Bermúdez supo de la fuga de
Piar muy tarde, de todas maneras se movilizó y logró devolver a la orilla las
embarcaciones donde iban su mujer y sus archivos, mientras Piar devoraba
distancias favorecido por las sombras de la noche. Se detuvo en Cucasana donde
fue atendido por el oficial José Lara y luego prosiguió con suerte hasta
Maturín. Desmontó en la posada del General Andrés Rojas, comandante de la
plaza, donde fue atendido y saludado por otros oficiales.
Desde Maturín buscó contacto y
acercamiento con Mariño, quien para desgracia suya había sido atacado y
derrotado desde Cariaco hasta Carúpano y Güiria por las tropas de Morillo,
reforzadas con tres mil hombres venidos de España que Canterc conducía hacia El
Perú. Los patriotas perdieron la artillería, el armamento, más de ciento
cincuenta soldados, muertos y prisioneros, entre ellos, el Teniente coronel
Francisco Jugo, Francisco Sucre y Antonio Herrera, fusilados luego por orden de
Morillo. Mariño se hallaba en San Francisco y allí recibió noticias de Piar e
inmediatamente mandó por él al Coronel Izabal junto con otros oficiales.
Juntos pusieron en práctica un
proyecto de hostilidad para apoderarse de la plaza de Maturín, donde se
presentaron ambos el 17 de agosto con
200 hombres armados, para lo cual Mariño había llamado a Chaguaramal las tropas
que tenía sobre Cumanacoa. Según carta
del General Andrés Rojas al Libertador, los jefes convidados se establecieron
en la otra orilla del Guarapiche frente a la ciudad de Maturín y le propusieron
entrar al pueblo, a lo que se negó
aceptándolo tan solo a ellos, no así las
tropas. Piar y Mariño, de todas maneras, se movilizaron para intentar cruzar el
Guarapiche pero antes de que avanzaran
les advirtió que haría fuego contra ellas, de manera que para evitar un
desastre llegaron a un acuerdo. Rojas
les cubriría sus carencias de pólvora, papel, caja de guerra y unas cien reses.
A raíz de este suceso, el
General Andrés Rojas se apresura a escribirle al Libertador y entre otras
cuestiones le informa lo de Piar; que
éste ha pasado a Cumanacoa y le hizo
saber se había venido huyendo de Guayana porque Bolívar se había proclamado rey
y que, dirigiéndose la guerra contra los
reyes, era preciso pelear contra él para
lo cual las tropas juraron sacrificar la última gota de sangre contra la
autoridad suprema, visto lo cual le reiteraba el pedido de auxilio, toda vez
que la plaza de Maturín se encontraba débil y sin pertrechos, siendo muy poco lo que podía hacer.
Sucre y Urdaneta
llegaron a la Mesa de Angostura el 15 de julio al separarse de Mariño
tras el Congresillo de Cariaco e inmediatamente fueron utilizados por el
Libertador, el primero como Comandante del Bajo Orinoco, y el segundo como Jefe
de la División que mandaba Piar en Upata, pero antes de que éste tomara
posesión, los llamados Dragones de Piar desertaron e intentaron sublevarse, pero fueron sometidos.
Bolívar entonces ordenó a Bermúdez procediese a la prisión de los
revoltosos y su sometimiento a un Consejo de Guerra, lo cual no fue necesario
porque casi todos se arrepintieron y volvieron al ejército, incluyendo al
capitán José Antonio Minas, edecán de
Piar..
El
12 de septiembre, Bolívar sale del puerto de San Miguel para establecer el
gobierno en la Angostura del Orinoco y antes de hacerlo escribe al Padre Blanco
informándole que ha dejado encargado de la línea del Bajo Orinoco al General
Rafael Urdaneta y que debe venir a conferenciar con él para combinar el arreglo
de abastos y el modo de evitar todos los desórdenes que han venido ocurriendo
hasta ahora.
El
13 de septiembre, Bolívar entra en Angostura y la declara capital civil y
militar. La ciudad apenas había quedado
con unas cinco mil almas. Un expedicionario
inglés la describe para entonces como “de forma triangular levantada en
la vertiente de una colina coronada por un fuerte. La base del triángulo, que era la calle
mayor, seguía la margen del río por encima de la marca de las aguas altas. Cerca del vértice se hallaba la plaza, de una
hectárea aproximadamente, de la cual partían siete calles colina abajo,
cruzadas por siete avenidas paralelas, que terminaban cerca de la ribera.
En
la cumbre del cerro había un pequeño fuerte, debajo del cual se veía un
pintoresco convento que se había convertido en hospital. La plaza empedrada estaba flaqueada en su
lado más alto por la casa de la Guardia, prisiones y cuarteles militares,
mientras que la casa de Gobierno dominaba el lado más bajo. Entre las otras edificaciones estaba el
Palacio Episcopal, una capilla y la vicaría, la Magistratura, algunas oficinas
y tres casas articulares.
Bordeando
la calle mayor había algunas casas de piedra, unas tiendas y una taberna con
billar y mesas de juego, donde la cerveza oscura tenía fama de excelente. En el extremo oeste de la ciudad estaban las
casas de los pobres, hechas casi todas de bahareque”.
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