Conflictos y malos
entendidos entre el General Piar y el Coronel José Félix Blanco – Brión zarpa
con su escuadra desde Pampatar a cerrar el sitio de Angostura – Urdaneta y
Sucre desconocen a Mariño y reafirman lealtad al Libertador - Sacar al Padre
Blanco de las Misiones pide Piar y el
Libertador accede tras intentar en vano una reconciliación – Disuelto el
Congresillo de Cariaco y todos los integrantes emigran a la Angostura – Reforma
del gobierno que aspiraba Piar.
El Libertador tan pronto estaba en El Juncal como en San
Miguel y San Félix, desplazándose entre la márgenes derechas del Orinoco y del
Caroní, mientras el General Manuel Piar, con su Escuadrón de Dragones,
permanecía instalado en Upata, muy cerca del Coronel Pbro. José Félix Blanco, quien residía en Capapuy y desde allí administraba el granero de las
Misiones con cierto rigor y disciplina, pero cuando Piar perdió el control o la
jefatura máxima en la Provincia, las relaciones con el Padre Blanco comenzaron
a deteriorarse.
La negativa del Padre Blanco de complacer a Piar con
relación al ocultamiento de la verdadera existencia de vacunos en las Misiones,
se agravó cuando una diligencia que
venía de Santa María con una carga de cazabe, fue objeto de prevención por las
alcabalas de la Comandancia de las Misiones.
Entonces, Piar llegó a proferir
muy molesto que había una especie de
complot de oficiales caraqueños contra él, a lo que el Padre Blanco desde
Cupapuy, donde residía, respondió por escrito el 28 de mayo:
“Mi
apreciado General:
Como
V. verá del oficio que le paso de la comandancia general, el soldado de
dragones que arreó los caballos con la
mula y el
cazabe que él trajo de
Santa María, no avisó
como debía que
eran para V. que
al haber avisado
ninguna novedad habría
ocurrido, aunque para el
mejor servicio tengo
dispuesto que ni
ganados, ni bestias, ni víveres salgan sin
autorización expresa de
la comandancia y
sin que conste
el objeto à
que sean destinados.
Lo que
hay en estas
Misiones está à
la orden de V; pero
por conveniencia del
servicio, por el crédito
de la causa
y por honor
de sus servidores, debemos dirigirlos
todo con la
regularidad posible.
Esto es
lo que hay
General; y no
prevención ni complot
de caraqueños como
V. ha manifestado creer.
Por mi parte
daré una prueba
de que no
he traído à
este puesto otro
encargo que el
público, para el que usted me
designó, colmándome entonces,
de elogios; y de que
no abrigo voluntad
de choque con
usted esa prueba será
pedir al Jefe
Supremo que acuerde
mi retiro del
mando de estas
Misiones. Mis servicios
à la causa
de la libertad
pueden tener lugar
en otra parte.
Sin
mudanza, que no
es de la
lealtad con que
acostumbro proceder, soy
siempre su sincero
amigo, José Fx.
Blanco”.
Aparentemente,
Piar se manifestó satisfecho con la explicación del Padre Blanco, pero le
recomendó para lo sucesivo evitar comprometimientos semejantes:
Mi apreciado
amigo :
Mucho he
celebrado ver la
explicación de usted porque à lo
menos me convence
que si faltó,
no lo fue
con ánimo directo
de ofenderme. Le
confieso à U. de
buena fe y
con franqueza que
la nimiedad del
asunto con otras
mil circunstancias que
han concurrido, me
hicieron vacilar en
el primer momento,
y aun me
incliné à creer
que U. estaba
dispuesto à chocar
conmigo.
Para que
U. vea que
no soy tan
ligero, y que
cuando digo algo
tengo fundamento en
qué apoyarme, le
incluyo una copia
del oficio del
Teniente de Santa
María. En él
consta que el
cazabe venia destinado para mi,
y sin un
documento que lo
acreditase no me
habría yo atrevido
à quebrar con
U. à quien
tengo por mi
amigo.
En fin,
estoy satisfecho con el oficio
y carta de U,
pero le
recomiendo que en
lo sucesivo evitemos
comprometimientos semejantes.
Soy siempre
de usted atento
servidor y amigo.
Piar”.
Piar,
aunque virtualmente expresó estar satisfecho con la explicación del Padre
Blanco, no se dio por convencido e impartió instrucciones a los subalternos de
la Misión para que no obedeciesen al sacerdote.
Al mismo tiempo lo comunicó al Libertador y le planteó que la autoridad
del Padre Blanco era innecesaria y que, por lo tanto, había ordenado a los
jueces de las Misiones para que se entendieran directamente con el Jefe
Supremo.
El
Padre Blanco, al saberlo, se quejó de la situación, por lo que el Libertador lo
llamó a la calma reconociéndole que si bien era justa su queja, de inmediato no
podía hacer mayor cosa a su favor pues la situación ameritaba mucha prudencia
por cuanto ella debe revestir a un jefe de estado para sobrellevar los negocios
del Gobierno siguiendo el
giro de las
circunstancias.
A
esta altura, el Orinoco no había podido ser controlado por los patriotas y los
intentos de armar artillerías en ambas costas, inmediatas a Angostura, eran
frustrados por los comandos que desde La Alameda organizaba el Coronel
Echeverría. Ante esta situación
constantemente reportada, el Libertador ordenó al Almirante Luis Brión
concurriera con su escuadra a cerrar definitivamente el sitio. Finalizando el mes de mayo salió la escuadra
de Brión desde el Puerto de Pampatar integrada por tres bergantines, tres goletas, y cinco flecheras, mandadas estas últimas por
el capitán Antonio Díaz.
Entre
tanto, la situación en las Misiones se agravaba por las constantes quejas y
denuncias del Padre Blanco, quien llegó a ciertas inferencias de la que informó
al Libertador en torno a comentarios de Piar coincidentes con el Congreso de
Cariaco y la necesidad de crear un Gobierno más amplio. Al Libertador le disgustó la inferencia y la
calificó de infausta. De modo que en carta de respuesta al Padre
Blanco, fechada en San Félix el 12 de junio,
le dice: “Esta monstruosidad
yo la conozco;
pues el General
Piar no ha
podido revocar mis
órdenes, ni alterar el
sistema ya establecido. Pero en
estas circunstancias, en
que estamos esperando
de un momento
à otro al
enemigo, es prudencia
sufrirlo todo para
que no se
nos disloque nuestra
miserable máquina. El
empeño de Piar
era que no quedase V.
más de Comandante
general, porque viviendo
él en las
Misiones, y estando V. de
Jefe de ellas,
quedaba indirectamente dependiente
de V. y
estando en choque
abierto con V.
le parecía un
estado comparable à
la muerte. Para
cortar yo este
inconveniente, y evitar otros
muchos le propuse
espontáneamente que quedase
V. bajo sus
órdenes, como antes lo
estaba, para que
no fuese necesario
quitarle à V.
el mando de
las Misiones, que,
en mi opinión,
sería uno de
los más grandes
perjuicios que podríamos
sufrir en la
época presente.
Querido amigo:
yo le pido
à V. por
favor que sufra
y calle como
lo hacemos todos
por el bien
de la Patria, que
bien ò mal,
muy pronto ha
de variar nuestra
situación de un
modo muy sensible.
Yo creo que
no se pasará
este mes sin
que la faz
de nuestros negocios
haya recibido una
alteración extraordinaria, sea
salvándonos, sea perdiéndonos,
y entre tanto,
trabaje V. como
siempre, con la actividad,
celo y patriotismo
que necesitamos para
librarnos de nuestros
crueles enemigos. No altere V.
en nada las
instrucciones que ha
recibido para el
servicio del Ejército,
solo sí dirigiéndose
à Piar para
que él conozca
que V. se
somete voluntariamente, y
haga V. este
nuevo sacrificio por su país;
pero no nos
olvide V. ni nos deje
de escribir todo
lo que sea
necesario
Adiós querido
amigo, mande V. á su
afectísimo servidor que lo aprecia. Bolívar”.
Al siguiente día, el Libertador,
con la espinita de la inferencia le escribe a Pedro Briceño Méndez, su antiguo
Secretario cedido a Piar desde Carúpano, para que se encargue de averiguar
hasta donde es cierto lo que le ha comentado el Padre Blanco. De todas maneras, el Libertador pensó que era
bueno enterar a Piar diplomáticamente de ciertos hechos para que no mirase
entusiasmado lo de Cariaco. Así que le escribe diciéndole que acaba de
recibir la posta con varias cartas y
oficios, entre ellos, uno bastante retardado con el acta del Congreso de
Cariaco y una carta del Canónigo
Madariaga, anunciándole que viaja
a Jamaica para de allí escribir a Inglaterra a favor de la Independencia; oficio del General Andrés Rojas solicitando
caballos y dando noticias de Europa, Portugal y España próximos a declarar la
guerra y de una gran expedición que venía para América; carta del general
Urdaneta desde Cumanacoa informando que ni él ni Sucre ni las tropas de su
mando han querido jurar al gobierno surgido del Congreso de Cariaco y que con
el parque marchaba para Maturín a la cabeza de 500 fusileros para ponerse a sus órdenes, que Sucre había ido a Cariaco
a obligar a Mariño a reconocer la
autoridad del Libertador y que si no lo hacía vendría también a Maturín con su
batallón.
De
estas noticias el Libertador pone en cuenta a Piar en carta fechada el 14 de
junio en San Félix justificando que es con el objeto de que le sirva para
acelerar o retardar la leva de tropas que de todos modos deben estar siempre
organizadas para el día que sean necesarias. También le informa que de oficio ha escrito al padre Blanco para
que se entienda con él sobre las Misiones y que si esto no es posible le
informe para tomar la providencia más conveniente
Lo
dispuesto por el Libertador no arregla sino que empeora las cosas, pues las
órdenes y contraórdenes de una parte y de la otra repercuten negativamente en
la organización y productividad de las misiones. El Padre Blanco reitera sus quejas en oficios
tras oficios y El Libertador le pide paciencia y más paciencia o en todo caso
la separación: si no hay más remedio.
“San Félix,
17 de Junio
de 1817. Mi querido
amigo : He recibido los
oficios de V.
que me instruyen
del estado de
desarreglo en que
se hallan las
Misiones por el
choque de autoridades,
y por las
oposiciones de las
órdenes entre sí.
Este mal, aunque
es muy sensible,
se debe tolerar
cuanto pueda ser,
por evitar todo
disgusto y mayores
perjuicios. Yo confío
en el talento
y en la
prudencia de V.
para que procure
sobrellevar este asunto
con toda la
paciencia que sea
dable, pues el
bien de la
Patria así lo
exige, y nosotros
nos hallamos en
una situación muy
difícil, y no
poco peligrosa; por
cuya razón me
parece que es
necesario sufrir. Y
llevar nuestros asuntos
adelante hasta salir
de los enemigos
externos. Después podremos
arreglarlo todo, y
si no lo
pudiéremos hacer por
circunstancias, tendremos paciencia,
y nos someteremos
al imperio de
la necesidad.
Si a
pesar de todo
lo que llevo
dicho á V. no
podemos conseguir nada,
y los males
empeoraren en lugar
de mejorarse, le
aconsejo á V.
como amigo se
separe V. de
su comisión, y
la deje V
á disposición de
quien la quiera
tomar, pues tener
quebraderos de cabeza
sin utilidad alguna,
es necedad que
no debe cometer
un hombre de
juicio.
Esto es
cuanto puedo decir
á V. por
ahora, instándole de
nuevo, para que
no me deje
de escribir con
frecuencia siendo de
V. como soy
su afectísimo amigo, Bolívar”.
El mismo día el Libertador recibió esta respuesta de
Pedro Briceño Méndez, sobre la
averiguación que debía hacer con relación al rumor del proyecto de un nuevo
gobierno para sustituir su autoridad: “Según
estoy informado por el general Piar –contesta Briceño- no se ha tratado de
erección de nuevo gobierno, o a lo menos no ha llegado a su noticia. Lo que se intenta no es crear, es reformar el
que hay, y hablando en términos propios, ayudar a Vd en el
gobierno. Es verdad que
este pensamiento tal
vez no habría
tenido lugar sin
la farsa de
Cariaco; pero también es
verdad que no
tiene nada de
semejante a aquélla.
Aquí no se
pretende la menor
cosa contra Vd.
su autoridad se respeta, y
queda existente. Toda
la pretensión es
dar a V
un senado o
consejo para que
tenga algo de
democrática o representativa nuestra
forma de gobierno,
y para que
haya quien trabaje
en lo civil
y político mientras Vd
se ocupa en
las atenciones de
la guerra.
Esto es
todo lo que
he podido saber
en el asunto;
pero se me
asegura, que aunque
tiene un gran
partido este proyecto,
nunca fue el
objeto de los
que lo concibieron
llevarlo a efecto
tumultuariamente, sino proponérselo
a Vd. y
que se ejecutara
con legitimidad. No
sé si me
engañan. Creo que
no, porque no
hay un motivo.
Yo no
me atreveré a
decir a Vd.
mi opinión. Siendo
yo un ente
puramente pasivo debo
pasar por todo
y callar, además
de que no
me creo capaz
de formarla en
un negocio de
tanta importancia. Conozco,
sin embargo que,
aunque no deja
de tener sus
inconvenientes, tiene también
sus ventajas respecto
de Vd. y
respecto a la
república.
En el
primer sentido, porque
habrá un cuerpo
que comparta con
Vd. la responsabilidad, y en
quien podrá Vd.
descansar. En el
segundo porque estarán
mejor servidos muchos
ramos del gobierno
que es imposible
puedan administrase por
un hombre solo,
tan cargado siempre
de atenciones como
Vd., principalmente en
nuestro actual estado
de desorden y
desorganización.
Mirando el
proyecto del modo
que se lo he presentado,
me parece que no choca
en nada con
su autoridad, y
puede, por el
contrario, producir tal
vez el efecto
que se busca.
Prescindiendo del
objeto de dar al gobierno
una forma republicana,
se proponen también
sus autores otro
no menos interesante.
¡Oh, si se
lograra, cuánto deberíamos
al que lo
concibió! Este fin
es ver si
se consigue evitar
los celos, temores
y desconfianzas que
desgraciadamente se han
sembrado entre los
generales y especialmente
contra Vd. Dicen
que el general
Mariño, no temiendo
ya el absoluto
poder de Vd.,
entrará de buena
fe en su
deber, cosa que no es
de esperar de
otra manera. Que
los demás jefes,
las tropas y los pueblos
se aquietarán, y fundarán
esperanzas de ser
libres al ver
un cuerpo que
representa sus derechos
y que garantiza
en cierto modo
la libertad. No
me toca decidir
si, en efecto,
debamos prometernos todo
esto; pero tengo
para mi que
de la unión,
enlace y relaciones
que se den
a las facultades
del senado con
la autoridad del
jefe supremo dependerá
lo que deba
esperarse.
Por querer
instruir a Vd.
detenidamente de todo,
me he excedido.
Vd. me dispensará,
y conocerá en
esto mi celo,
no obstante los
chismes en que no habrán
dejado de envolverme.
Había jurado
enmudecer para no
exponerme a otra
crítica que la
egoísta o tonta;
pero, la carta
de Vd. me
ha obligado a
quebrantar mi juramento
por esta vez.
Si es posible
excusarme igual sacrificio,
lo estimaréis como
un favor muy
distinguido.
El general
Piar asegura a Vd. su
amistad, y le
protesta que si
ha asentido el
proyecto ha sido
porque juzga que
esta ligera innovación,
lejos de alterar
sus derechos, realza
el brillo de
la magistratura suprema
que Vd. ejerce.
El no aspira
sino a la
unión y concordia
general entre los
jefes, y a
la libertad de
la patria que
desaparecerá al desvanecerse
aquélla. El es
amigo de Vd. a pesar
de los esfuerzos que
se han hecho
y se hacen
para............. P. Briceño Méndez”.
A esta fecha ya el Gobierno
nombrado por el Congresillo de Cariaco estaba prácticamente disuelto, pues ante
la proximidad de las fuerzas de Morillo había resuelto trasladarse a Maturín
con el poder judicial, secretarios del despacho, oficiales y familias
respectivas, pero al girar órdenes al Almirante con la lista de la comitiva
para que aportara el buque, Brión se negó a ello, por estar cumpliendo órdenes
del Libertador, con lo cual asestó el golpe de gracia al gobierno general, que
terminó disolviéndose. De todas maneras,
todos ellos salieron de Pampatar, juntos con otros emigrados, en las unidades de la escuadra de Brión y
Antonio Díaz con destino a la Angostura
del Orinoco donde quedaron de hecho sometidos a la autoridad del Libertador.
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