El Brigadier Miguel de La Torre vuela de San Fernando a la
Angostura del Orinoco para tratar inútilmente de someter a Piar - Repone en la
Gobernación al destituido Lorenzo Fitz
Gerald – Rompe el sitio para proveerse de víveres, reses y caballos - Bolívar se entrevista con Piar en la Mesa de
Angostura mientras Aldana le toma la plaza de Barcelona y destruye la Casa
Fuerte – Batalla librada por Piar en la Mesa de San Félix contra La Torre asegura la emancipación de la Provincia
de Guayana.
Efectivamente,
los auxilios y refuerzos pedidos por el Gobernador y Jefe militar de la
Provincia de Guayana al General Morillo estaban en camino. El 8 de marzo partieron de San Fernando en un
convoy con 1.500 hombres al mando del Brigadier Miguel de La Torre, quien
viajaba a bordo de la cañonera El Carmen junto con los oficiales Esteban
Díaz, Mayor General de la División;
Teniente coronel Manuel Carmona, comandante del batallón Cachirì;
Capitanes Vicente Becerra, Rafael Sevilla, Francisco Ronquillo, Casimiro
Mendivil y Tomasetti, entre otros.
El 27 entraron
en Angostura y fueron recibidos ansiosos y alegres por los habitantes, paisanos
armados y las dos compañías del regimiento Barbastro que la guarnecían. Hacía más de dos
meses que estaban sitiados por unos ochocientos patriotas, sin poder alejarse a
un tiro de fusil de las improvisadas estacadas que a guisa de murallas habían
levantado. Los víveres escaseaban y con
los que traía el convoy apenas si alcanzaban para alimentarse durante cuatro
días. De manera que lo primero que
acordaron los jefes fue hacer una salida con el doble fin de procurarse
comestibles y levantar el sitio.
Dos días
después, hallándose Piar inspeccionando el Paso de Caruachi, recibió un parte
del General Cedeño, según el cual el 27 del corriente ha entrado a Angostura un
convoy de 36 velas, procedente de San Fernando, con 1.500 hombres de
desembarco, a las ordenes del Brigadier Miguel de La Torre. Junto con ese parte recibió también del
General Arismendi, un oficio en el que a
nombre del Jefe Supremo reclama los envíos de hombres, caballos y mulas que
necesita. Piar se apresura desde el
mismo lugar a contestarle que “es imposible en mis actuales
circunstancias, enviarle ninguno de estos objetos” y le explica las razones de la última novedad
que lo obliga a “concentrar mis fuerzas en el interior y abandonar las
posiciones que ocupaba a las márgenes del Río, para aguardar el choque, porque
de otro modo sería dar al enemigo la ventaja.
Esta operación es tan urgente, que no me da lugar a entretenerme en el
largo pasaje del Orinoco, ni a pensar en otra cosa por ahora, mientras se da la
batalla que debe abrirnos las puertas de ambas Guayanas de un momento a otro”.
Bolívar se
inquieta con esta respuesta ya reiterada y que aparenta visos de renuencia no
compatible con la obediencia y disciplina militar, por lo que decide
trasladarse a la Provincia de Guayana para contrastar y verificar personalmente
los hechos. Entre tanto, Piar que había
llegado cabalgando prácticamente solo al Paso de Caruachi, pensaba proseguir
hasta el Cuartel de la Mesa de Angostura, pero no antes que el General Manuel
Cedeño le envíe una guardia de protección que le ha solicitado: “La partida que le pedí es
indispensable que venga volando a encontrarme, porque marcho solo, expuesto a
cualquier accidente: si no hubiere salido todavía, despáchela en el momento a
cargo de un buen oficial que no se detenga en el camino”.
El 30 de
marzo, agobiado por el hambre y la escasez de víveres, el Brigadier La Torre
ordena a 800 hombres de infantería y 30
de caballería buscar un choque con las fuerzas sitiadoras para dirigirse al
hato más próximo en busca de vacunos, caballos y víveres; pero, Cedeño, rehuye
el choque frontal y actúa de la forma menos riesgosa; sin embargo, Piar que ha
sido notificado de este movimiento, resuelve impedirle el regreso o batirlo en
el tránsito con sólo la caballería, empero necesita para ello que el Coronel
Chipía le envíe dos escuadrones de cien hombres cada uno, si es posible al
mando del coronel Pedro Hernández o del
Teniente coronel Martínez. Por previsión
y rn función de esta operación, Piar adelantó
al capitán Arnao a la Pastora en busca de 400 caballos de reserva.
Cuatro días
después es cuando Piar está militarmente en capacidad de ir al encuentro de las
tropas de La Torre y se dirige a la Mesa de Angostura, pero ya el enemigo había
replegado a la ciudad el 3 por la noche,
a favor de los montes del río Orocopiche;
no obstante, Cedeño mediante aisladas escaramuzas hizo que en el
trayecto perdieran tres cargas de pertrechos, doce fusiles y varios de sus
hombres. Esto es lo que se desprende de
las cartas cruzadas entre Piar y algunos de sus oficiales.
Sin embargo,
el coronel Rafael Sevilla, oficial de La Torre, dice en sus memorias
autobiográficas, que las tropas salieron de Angostura a romper el sitio el día
3 de abril a las dos de la madrugada y que
“Apenas llegamos a las avanzadas enemigas, cuando empezaron a
hacernos fuego. En breve vino sobre
nosotros gran golpe de caballería, que conseguimos rechazar. Nosotros no teníamos más caballería que una
docena de húsares mal montados. A las
ocho llegamos al sitio denominado Mesa donde tenían su campamento principal y
nos esperaban apercibidos para el combate.
Formamos dos columnas y dos guerrillas para flaquearlos. A mi me toco ir con la izquierda. El terreno era quebrado y abrupto, pero
atacamos con tal denuedo que en breve conseguimos envolverlos. Tan pronto como ellos oyeron nuestras
cornetas por retaguardia, apelaron a la fuga.
Dejaron en nuestro poder cien hombres entre muertos, heridos y
prisioneros, cincuenta mujeres y chiquillos que tenían en el bosque inmediato,
y doscientas reses que hallamos en el corral. Dos días permanecimos en el lugar
de la acción; mas viendo que no volvían, regresamos el 5 a la ciudad, a cuyas
autoridades habíamos ya remitido el fruto de nuestra conquista. Mucho se regalaron, lo mismo el ejército que
el pueblo, con carne fresca, desgraciadamente tan poco ganado no podía durar
mucho”.
Se convino
entonces mediante una junta de jefes
resolver el problema de la alimentación mediante la reconquista de las Misiones
para lo cual el brigadier debía trasladarse por el río con el mayor número
posible de gente a las Fortalezas de Guayana y luego por tierra hasta la zona
misionera rica en ganado y productos agrícolas.
De esta
próxima operación militar del brigadier La Torre recibe información
confidencial el General Piar y de inmediato instruye al Coronel Chipía, en San
Félix, para que esté pendiente, mientras
él acelera el paso de las tropas de una margen a la otra del Caroni por el Paso
de Caruachi. De esto da cuenta al Jefe
Supremo, quien abandonó a Barcelona entre el 21 y 25 de marzo con una escolta
de 35 hombres en dirección a Guayana. La plaza barcelonesa quedó al mando del General Pedro María Freites con 700 hombres, mientras
Mariño salía con sus tropas para el Chaparro.
El Libertador en el trayecto hacia Guayana para verificar personalmente
la situación de Piar y su posición frente a sus mandatos, estuvo a punto de ser
prisionero cerca de Quiamare. Luego de
sortear el inconveniente se juntó con Monagas en Santa Ana y prosiguió a
reunirse con Piar.
El 3 de abril
atravesó el Orinoco aprovechando la noche, por el puerto de La Cruz, y llegó
con su escolta a la otra orilla en el sitio denominado El Jobito. Aquí lo aguardaba el capitán José Antonio
Gómez. El 4 se entrevistó con Piar, al
cual se unió Cedeño posteriormente en la Mesa de Angostura. La conferencia duró día y medio. El Libertador
quedó bien enterado de las operaciones y de la próxima batalla a librarse. Ofreció pertrechos para lo cual requirió que
Piar antes le despachara cien mulas de
las mansas y más gordas, enjalmadas, y 300 yeguas que fueron solicitadas de inmediato al Padre Blanco. Por supuesto,
el Libertador ignoraba que la ausencia tanto de él como de Mariño estaba
siendo aprovechada por el jefe realista
Juan de Aldama que había prometido al Capitán General retomar a sangre y fuego
la plaza de Barcelona como en efecto ocurrió con la dramática embestida contra
la Casa Fuerte el 7 de abril de ese año 1817.
A las dos de
la tarde de ese siete de abril, Piar con las tropas de infantería ya en la
margen derecha del Caroní, más un respetable cuerpo de caballería, marchaba
hacia San Félix, pensando recibir allá al enemigo que evidenciaba invadir por
ese lugar puesto que luego de su escaramuza con Cedeño volvió a la ciudad y se
embarcó para los Castillos.
Por un espía
capturado en Puga, Piar se entera que el enemigo se ha desplazado hacia los
Castillos con toda su fuerza y una caballería renovada por lo que le escribe a
Cedeño pidiéndole de inmediato se desprenda de cien de sus mejores hombres y
los envíe volando a reunirse con su ejercito, sin temor a ser atacado por aquel
frente debido a que Angostura por la salida de La Torre ha quedado
debilitada. También llamó al Padre
Blanco para enterarlo confidencialmente del plan de La Torre y del modo como
pensaba frustrarlo. Asimismo para ordenarle que reuniese 500 caballos para
remontar los jinetes toda vez que los caballos que había utilizado para ida y
vuelta a la Mesa de Angostura estaban agotados.
Blanco, en vez de 500, envió 700
por la vía recta de Upata y Altagracia, lo cual dio más confianza y seguridad a
Piar a objeto de llevar a feliz término el plan diseñado para recibir y
derrotar las tropas de La Torre en la Mesa de Chirica donde tenía su Cuartel y había concentrado todos
sus recursos para una batalla en firme y decisiva.
En
efecto, el 11 de abril, se dio la batalla.
A las dos de la tarde, se avistaron realistas y patriotas entre los
pueblos de San Miguel y San Félix. Los primeros eran 1.180 infantes y 180 jinetes. Los segundos, 500 armados de fusil, otros
tantos de flechas, 800 de lanzas y cerca de 400 de caballería. La Torre hizo de su gente tres columnas
cerradas, guarneciendo sus costados con tropas ligeras de caballería. Piar adoptó una formación contraria. Extendió cuanto pudo su línea de fusileros y
flecheros, y colocó en segunda línea a los indios lanceros.
. El escritor e historiador José María Baralt,
en su Resumen de la Historia de Venezuela (Paris, 1841) dice que reconocidas por Piar
las tres columnas enemigas, resolvió previo acuerdo con los jefes,
contramarchar para establecer su línea de batalla en un bajo a inmediaciones
del pueblo, donde su derecha quedase bien cubierta por un morichal espeso y
fangoso; pero al empezar a moverse con este fin, cambió repentinamente de
opinión, mandando que la línea se estableciese a la falda de una pequeña altura
que se halla próximamente al ocaso de San Miguel; en esta posición la izquierda
de los patriotas debía quedar cubierta por una barranca profunda e
inaccesible y la derecha por el cerro. Otras ventajas igualmente importantes
proporcionaba ella todavía: una, que
colocaba la caballería a espaldas de
este cerro, y como emboscada, podía caer de flanco sobre las columnas enemigas;
otra, que debiendo estas subir por un
declivio, recibían todos los fuegos de sus contrarios, sin poder hacerles gran
daño con el suyo. La ocupación del
puesto no pudo hacerse, empero tranquilamente, porque La Torre, queriendo
aprovecharse del instante de incertidumbre que notó en sus contrarios, siguió
sobre ellos a paso de ataque y con arma a discreción, pensando sobrecoger y
transportar su línea.
Los
republicanos marchaban en tanto por el flanco izquierdo a colocarse en el
puesto designado, lo cual lograron cuando La Torre estaba ya a tiro de
pistola. En aquel crítico momento, sin
tiempo para aguardar las órdenes del jefe, el Coronel Chipía, comandante del Batallón Barlovento,
mandó a hacer alto a su tropa, dar frente al enemigo y alinearse. El teniente coronel José María Landaeta
repitió las mismas voces y añadió a las
de fuego, carguen a la bayoneta.
La línea toda por una súbita inspiración, siguió los movimientos
indicados por aquellos dos serenos oficiales.
Los fusileros y flecheros dispararon
sus armas haciendo un estrago horroroso sobre las espesas columnas enemigas.
Las alas se inclinaron casi formando un semicírculo, donde quedaron
encerrados los realistas, y cuando los peones de todas las armas se lanzaron
sobre ellos, la caballería desembocó por la falda del cerrillo y cayó como un
rayo sobre su flanco izquierdo.
Los
realistas sin perder su formación intentaron retirarse; pero en vano,
estrechados ya por todas partes, no
pudieron hacer uso de sus fuegos. Casi
ningún tiro se oyó después. El ruido era
de bayonetas y de lanzas. De vez en
cuando se oía la voz de un oficial español que animaba a los suyos y,
frecuentemente, la de firme Cachiri, con que Ceruti quería infundir
ánimo a uno de los batallones. Pocos
momentos después cesaron, no hubo más combate sino terrible degüello de
realistas, Muchos de ellos se arrojaron
desalentados a la barranca. Los que no
murieron en la caída, fueron hechos prisioneros, otros perecieron en sus
puestos y no pasaron de 17 quienes a favor de la noche y por estar bien
montados, escaparon junto con La Torre al puerto de las Tablas. El número de muertos ascendió a 600 y 463 prisioneros, incluyendo a 200 heridos.
Los prisioneros criollos fueron casi todos asimilados por el ejército patriota
y los jefes y oficiales, entre ellos, el comandante Nicolás Ceruti, fueron
pasados por las armas. La pérdida de los
patriotas no fue cuantitativamente importante, pero sí muy sensible por la
muerte en combate de los comandantes Pedro Chipía y José María Landaeta.
Según
cuenta Sevilla en sus Memorias, Piar ganó la batalla por sorpresa, porque no le
dio tempo a La Torre mandar desplegar en
batalla. “Antes que pudiese tener
lugar este movimiento, Piar se lanzó primero sobre los europeos, arremolinados
y en desorden, los pasó a cuchillo sin
más resistencia que la individual, que algunos opusieron, y luego se cebó en
los soldados de Cachirí, que en vano había tratado su jefe de hacerles formar el cuadro. Abrumados por el número y desconcertados por
la sorpresa, los nuestro se pronunciaron en fuga, siguiéndoles la caballería
enemiga, que mató sin piedad a cuantos alcanzar pudo. Aquello fue un verdadero exterminio. A nadie se dio cuartel. Solamente a favor de la espesura de un bosque
y de la noche, que vino a cubrir piadosa aquel cuadro de horror, lograron escapar
con vida el brigadier Latorre, el comandante Carmona, cuya mula, pasada de un
balazo, le llevó hasta el monte, ocho o diez oficiales, y unos 250 individuos
de mi batallón, entre ellos 70 de mi compañía, llaneros y soldados viejos que
salvaron a su general, tampoco sobrevivieron a aquel terrible desastre.
El brigadier pasó con sus escasos compañeros una noche
terrible en el bosque, esperando a cada momento ser descubierto y pasado a
cuchillo por el enemigo. Debió él y los
restos miserables de su división, la salvación al comandante de marina
Lizarraga que desde las Fortalezas (donde se habían refugiado algunos
fugitivos) mandó varias cañoneras y piraguas a recorrer las riberas del río
para que recogieran los pocos dispersos de aquella infortunada expedición.
Pronto se supo en la plaza este desgraciado
acontecimiento, pues engreídos los insurgentes con aquella tan completa como
inesperada victoria, a las cuarenta y ocho horas de ocurrido el desastre, se
presentaron con fuerzas imponentes a sitiar la ciudad, colocándose con la
osadía del vencedor a tiro de fusil de nuestras débiles trincheras, y
presentando vestido de uniforme el cadáver ensangrentado del teniente coronel
de Barbastro, señor Ceruti, gritaban:
-Aquí tenéis a vuestro gobernador”.
El mismo día, a las ocho de la noche, después de
la victoria, el General Manuel Piar informa
“Al Comisionado Gral. Vicario del Ejército José Félix Blanco
(donde se halle). A las 4 de esta tarde
hemos obtenido la más completa victoria en el banco frente a este Cuartel
General. Mil doscientos infantes, han
sido muertos, heridos y prisioneros quedando en nuestro poder todos los Jefes y
Oficiales, entre ellos, Ceruti, todas sus armas, municiones, cajas de guerra,
cornetas, caballos y monturas. La Torre
solamente ha escapado con 20 carabineros bien montados. Por nuestra parte no sabemos aún la pérdida
que hemos tenido porque al anochecer se terminó la acción. Dios guarde a usted por muchos años. Cuartel General de San Félix 11 de Abril de
1817, a las 8 de la noche. Manuel Piar”.
Al
siguiente día de la batalla, Piar expidió este mandato: “De orden del General en Jefe, se
reconocerán por Generales de Brigada a los Coroneles Pedro León Torres y José
Antonio Anzoátegui y por Coronel efectivo al que lo es graduado, Bartolomé
Salom. Por Comandantes efectivos de los
batallones de Honor, Barlovento y Guayana a los Tenientes coroneles Juan
Liendo, Bruno Torres y José María Ponce.
Los batallones de Honor y Guayana se denominarán Brigadas, siendo Jefe
nato de la de Honor, el Mayor General Anzoátegui, y de la de Guayana el General
Torres. El batallón Barlovento formará
la guardia del General en Jefe encargándose del mando de él al Coronel
Salom. Cuartel General en San Félix,
Abril 12 de 1817.-7º Manuel Piar”. Está refrendado por el Jefe del Estado Mayor,
José Antonio Anzoátegui.
Además del General en Jefe Manuel Piar y su Secretario
General Pedro Briceño Méndez, combatieron en la Batalla de San Félix, los
coroneles José Antonio Anzoátegui, Mayor General de la división; Pedro Chipía,
jefe del Batallón Barlovento; Bartolomé Salom y José María
Landaeta, comandantes del batallón Conquista
de Guayana; Teniente
coronel Juan José Liendo, jefe del batallón Honor; José
María Ponce, comandante de la brigada Guayana;
Tenientes coroneles Pedro León Torres y Pedro
Hernández; capitanes Bruno Torres, Juan Antonio Mina, José Montes, Joaquín
Moreno, Jorge Meleán, Lucas Carvajal, Pedro Martínez Aldao y el teniente Juan
José Quintero.
Oficiales de Caballería:
Tenientes coroneles Remigio Femayor, Juan Antonio Blancas, Víctor y Venancio
Ríobueno, José Antonio Franco, Fernando Figueredo, José Rafael Rodríguez,
Rafael Lemos y José León Landaeta.
Capitanes: Celestino Machuca, Juan Herrera, Buenaventura Rodríguez,
Marcelo Guapo, Pedro Antonio Fajardo, Cruz Urbina, José María Paredes,
Eustaquio Orta, Calixto Palacio, Gaspar y Bibiano Vidal, Ambrosio Castillo,
Cirilo Aldao, Hilario Casaver, Faustino Sánchez, Juan Landaeta, Pedro
Montesinos, José Cermeño, José Antonio Machado, Miguel Pereira. Tenientes: Juan
B. López, José Antonio Rodríguez, José Pereda, Andrés Bello, Rafael Carrera,
Tomás Bolívar, José Ayala, Miguel Martínez, Juan Antonio Machado, José Antonio
Crespo, Víctor Contreras, Antonio Rojas, Norberto Gómez, Cruz Montesinos,
Isidro Rojas, Francisco Perucat, José Gregorio Urbina y Santiago Malpica.
Piar quiere aprovechar la
coyuntura de la victoria para llevar su
Ejército hasta los Castillos de Guayana, pero no se decide debido a que las
tropas no sólo se ven exhaustas sino hambrientas. La logística alimentaría ha fallado pues tan
sólo han llegado doce cargas de casabe y
no así la carne. “Aún no ha
llegado el ganado y el ejército está pereciendo en términos que he suspendido
la marcha sobre los Castillos por no alejarme y aumentar la escasez y la fatiga
de la tropa cuando no come” se queja Piar ante el Padre Blanco, el día
14, desde el mimos Cuartel de San Félix.
La
tardanza se prolonga y el día 16 vuelve a insistir: “Tres días hace hoy que no se raciona
el ejercito por falta de carne. Dos más
haría sino no hubiese tomado las vacas de leche que había en Caroní, para que
comieran el 12 y el 13. Nuestras
operaciones se han paralizado y tal vez hemos dejado de recoger el fruto de la
victoria del 11 por esta dilación. Pero no son estos solos los males que han
traído la demora y negligencia de los Comisionados para ejecutar mis más
simples órdenes. La espantosa deserción
de más de 220 indios me hace temer que se dispersen todos los reclutas
fatigados del hambre. Vea usted los
efectos de la ineptitud, o falta de patriotismo en los encargados de las
comisiones”.
Ese
mismo día llega la primera partida de 400 cabezas de ganado pedidas para
alimentar a las tropas y ese mismo día llegan también noticias de una conjura
que se estaría dando en Angostura, Piar resuelve entonces marchar hacia la Mesa
y dejar en San Félix al General Pedro León Torres.
Excelente artículo. Histórico y bien documentado. El hecho de que se tome la historia desde dos puntos de vista (coronel Rafael Sevilla y general Manuel Piar), hace que el artículo tenga más valor. Me impresiona la heroicidad y la lucha sin cuartel que libró el general Piar en el sitio de Guayana. Se puede decir que verdaderamente estaba resuelto a ser libre, es por eso que se le conoce como el Libertador de Guayana.
ResponderEliminarExcelente y sin desperdicio. Felicitaciones, se recrea en la mente del lector, aquellas horas menguadas de la historia y dee los que conocemos los sitios narrados, nos transportamos a esa epoca.
ResponderEliminar