martes, 4 de junio de 2013

CAPITULO XXVI / Proclama de Bolívar sobre la muerte de Piar


En una proclama al siguiente día de su fusilamiento, Bolívar explica a los soldados de la Republica el porqué de la muerte de Piar – Emprende reorganización de los comandos del ejército – Ratifica la orden de aprehensión contra Mariño – Se prepara para marchar hacia el Centro donde fracasa al final – Instituye el Consejo de Estado -  Mariño asume una actitud recia y al Jefe Supremo no le queda más alternativa que zanjar las diferencias y aceptarlo de nuevo en el Gobierno de la República.

Al día siguiente del fusilamiento, Simón Bolívar, Jefe Supremo de la República de Venezuela, dirige una Proclama a los soldados del ejército libertador, expresando su dolor por la ejecución de que fue objeto el General en Jefe Manuel Piar, por crímenes de lesa patria, conspiración y deserción:

Soldados!
            Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción. Un tribunal justo y legal ha pronunciado la sentencia contra aquel desgraciado ciudadano, que embriagado con los favores de la fortuna, y por saciar su ambición, pretendió sepultar la patria entre sus ruinas. El general Piar, a la verdad, había hecho servicios importantes a la República,  y aunque el curso de su conducta había sido siempre el de un faccioso, sus servicios fueron pródigamente recompensados por el Gobierno de Venezuela.

            Nada quedaba que desear a un jefe que había obtenido los grados más eminentes de la milicia. La segunda autoridad de la República, que se hallaba vacante de hecho, por la disidencia del general Mariño iba a serle conferida antes de su rebelión; pero este general, que sólo aspiraba al mando supremo, formó el designio más atroz que puede concebir una alma perversa. No sólo la guerra civil, sino la anarquía y el sacrificio más inhumano de sus propios compañeros y hermanos se había propuesto Piar.

            Soldados! Vosotros lo sabéis. La igualdad, la libertad, y la independencia son nuestra divisa. ¿La humanidad no ha recobrado sus derechos por nuestras leyes? Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos? La odiosa diferencia de clases y colores no ha sido abolida para siempre? Los bienes nacionales no se han mandado repartir entre vosotros? La fortuna, el saber y la gloria no os esperan? Vuestros méritos no son recompensados con profusión, o por lo menos con justicia? Qué quería, pues el general Piar para vosotros? No sois iguales, libres, independientes, felices y honrados? Podía Piar procuraros mayores bienes? No, no, no. El sepulcro de la República lo abría Piar con sus propias manos, para enterrar en él la vida, los bienes y los honores de los bravos defensores de la libertad de Venezuela, de sus hijos, esposas y padres.

            El cielo ha visto con horror este cruel parricida. El cielo lo entregó a la vindicta de las leyes. El cielo ha permitido que un hombre que ofendía a la divinidad y al linaje humano no profanase más tiempo la tierra que no debía sufrirlo un momento después de su nefando crimen.

            Soldados! El cielo vela por nuestra salud, y el Gobierno que es vuestro padre sólo se desvela por vosotros. Vuestro jefe, que es vuestro compañero de armas, y que siempre a vuestra cabeza ha participado de vuestro peligros y miserias, como también de vuestro triunfos, confía en vosotros. Confiad pues, en él, seguros de que os ama más que si fuera vuestro padre o vuestro hijo.  Cuartel general en Angostura, octubre 17 de 1817.-            

            El Libertador envía esta Proclama a todos los Jefes militares de Oriente y los Llanos al siguiente día del fusilamiento de Piar.  Entonces suponía a Mariño en Chacachacare o Güinimita y creía estar seguro de su aprehensión en cualquier lugar de la Provincia de Cumaná, una vez que el General José Francisco Bermúdez se encargara como Gobernador Comandante General de la Provincia y el Coronel José Antonio Sucre, Jefe del Estado Mayor.  Ese mismo día destina al General Pedro León Torres a tomar el mando de toda la infantería de la División que comanda el General Pedro Zaraza y él mismo hace saber la decisión de Cedeño a favor del Coronel Francisco Carmona para que se encargue del mando de las fuerzas de Aragua de Maturín reunidas con las acantonadas en Cumanacoa y las que obraban en partidas de guerrillas,  “por la conducta que ha manifestado desde el suceso de Aragua”.   Una vez que Bermúdez  asumiera el mando desde Maturín, Cedeño debía  restituirse a Guayana para asumir la Gobernación de la provincia y el General Andrés Rojas reconocer y prestar obediencia al General Bermúdez.

            El  Libertador recomendó a Sucre antes de marcharse aplicara en el caso de Mariño más la política que la fuerza.  “Así pues encargo a Vd infinito que mueva todos los resortes del corazón humano, para someter al gobierno los disidentes que el general Mariño ha extraviado”.  Sucre  llegó por la noche del 17 de octubre a Maturín.  Nada sabía de Mariño, pero pide una flechera al Libertador para tratar de hacer contacto con él pues “no dudo que se convendrá al orden no teniendo otro arbitrio sino ese o el de ser un guerrillero en los montes de Güiria, y aun en ellos se dice que lo han atacado.  Será sensible que le suceda un mal, o que pierda 300 hombres que había reunido en Güinimita”.

            Bermúdez  viajó a Maturín a finales de Octubre y desde Cumanacoa el 30 informa al Gobierno que ya ha tomado el mando de la División. Mariño reacciona y el 7 de noviembre escribe oficialmente al Jefe Supremo, desde Punceles, quejándose de tal decisión. El Libertador le responde “V.E. sabe las causas extraordinarias que han motivado una medida tan importante al restablecimiento del orden y del legítimo Gobierno en la provincia de Cumaná.  Son tan notorias, tan crueles y lamentables las causas que han separado de la República de Venezuela la parte de la provincia que V. E. mandaba, que yo no podría recordarla sin sentimientos dolorosos, que estoy resuelto a calmar.
            El señor General Bermúdez está legítimamente nombrado Gobernador Comandante General de la provincia de Cumaná.  Este nombramiento no puede ser revocado porque es justo, porque es útil y porque es necesario.
            V E debe haber recibido la orden de venir a mi cuartel general y V E confiesa haber resido esta orden.  VE debe venir cerca del Gobierno a prestar nuevo juramento de obediencia y fidelidad ya que VE faltando a sus más sagradas obligaciones estableció y juró un intruso Gobierno.
            Es indispensable que la autoridad suprema se asegure de un modo solemne y legal de la fidelidad de VE; de otro modo la República jamás podrá contar con el ejemplo de la disidencia y así a VE toca dar los más brillantes ejemplos de adhesión, fidelidad y obediencia al Gobierno de a República.
            Yo ofrezco  a VE a nombre de la República un olvido absoluto por su antigua disidencia de  la autoridad suprema, con tal que vuestra excelencia sometiéndose ciegamente a las disposiciones del gobierno ejecute sin restricción alguna  sus órdenes y ponga inmediatamente sus tropas  que actualmente le obedecen a las órdenes del general de División J. Francisco Bermúdez.  Si VE contra toda probabilidad resistiese a dar cumplimiento a esta disposición, VE no será más tenido como ciudadano de Venezuela, y así como un enemigo público.
            Siempre que VE esté determinado a abandonar su patria y dejar el servicio de la República, VE podrá por los medios regulares pedir el permiso de hacerlo y el Gobierno no tendrá inconveniente en conceder a VE esta gracia.  Dios guarde a VE muchos años.  Simón Bolívar”.

            Bolívar pone en cuenta a Bermúdez de esta carta y lo instruye: “si el señor General Mariño pone a las órdenes de VS sus tropas como lo ordeno, y marcha inmediatamente a este cuartel reconociendo a la autoridad suprema, vuestra señoría lo tratará con toda la distinción debida a su grado.  Si se porta como un enemigo, VS lo tratará como tal...”
           
            Un día antes, Bolívar había decidido instituir el Consejo de Estado para abdicar la autoridad suprema y para que la República fuese gobernada según las bases de la política moderna, cuyos principios capitales son la división y el equilibrio de los poderes.  Al efecto congregó en el palacio de Gobierno en Angostura a los patriotas Brión, Zea, Soublette, Anzoátegui,  Tomás Montilla (Gobernador de la plaza) Peñalver, Antonio Díaz, Conde, Olivares, Lecuna y otros y les manifestó el estado de la República y que existiendo solo el Poder Ejecutivo, era indispensable establecer el Legislativo y el Judicial. Luego de un discurso terminó nombrando los presidentes y miembros de las secciones del consejo de Estado, por el orden siguiente:

            Estado y Hacienda: Zea, Presidente; Fernando Peñalver, José María Ossa y Vicente Lecuna, vocales.

            Marina y Guerra: Brión, Presiente; Cedeño, T. Montilla, Pedro Hernández y Francisco conde, vocales.

            Interior y Justicia: Dr. Juan Martínez, presidente; Luis Peraza, José España y Antonio José Betancpurt, vocales.

            El 20 de noviembre, Bolívar se ausenta de Angostura para marchar con tres batallones sobre San Diego de Cabrutica y de allí emprender ofensiva contra Morillo que trata de fortificarse en Calabozo. No quería hacerlo sin que antes llegara el  General Manuel Cedeño a encargarse de la Gobernación.   Cedeño recibe de palabra y por escrito, las instrucciones relativas a Guayana y al Gobierno que se le ha confiado.  Antes de viajar, el flamante Gobernador le regala a Bolívar un bonito caballo mosqueado y Bolívar aprovecha recomendarle a la familia del Mayor Pedro Correa para que le pasen seis rciones diariamente y una a su hermana la ciudadana María de Jesús Silva.  Previene asimismo al comandante del batallón de la plaza que no reclute al joven Miguel Orta, pues es el único apoyo de esa familia.

            El General Manuel Cedeño tras asumir el mando de la Provincia, lanzó el 23 de noviembre de 1817 una Proclama a los habitantes de Guayana jurando defenderla a todo trance “conservarla y derramar la última gota de sangre, antes que permitir que los bárbaros españoles vuelvan a poner sus pies en este bello país que la República ha declarado libre, y abrazado en su seno”.

            “Guayaneses!  Vosotros me conocéis: vosotros me habéis acompañado cuando sólo era seguido de un corto número de republicanos, que sin recursos, sin armas, sin municiones, y sin apoyo, buscaban conmigo el enemigo y su destrucción o la muerte.  Entonces dueños los españoles de casi toda la provincia y de las dos ciudades, parecía temeraria nuestra empresa, pero la constancia, el sufrimiento y el valor triunfaron, y los obstáculos invencibles fueron superados por nosotros.  La conservación de Guayana debe ser vuestra, así como lo ha sido el exterminio de los tiranos.  Yo no veo alrededor de mí sino compañeros de armas, a quienes he conocido en el campo del honor, y a quienes he visto distinguirse en multitud de combates.  Yo cuento con vosotros, como con mis mejores amigos.  Yo desempeñaré las funciones de Jefe Magistrado y Padre de los fieles a la República.  Guayaneses!  Estad tranquilos en vuestras casas, continuad las funciones de la vida civil y doméstica, como antes, y gozad de las ventajas que os proporciona un Gobierno, justo, legal y moderado”.

            Cuatro días después, el 27 de noviembre, el Gobernador Cedeño se extralimita en sus funciones y decreta un indulto del que tiene noticias el Libertador y desde San Diego envía un oficio al Gobernador y Comandante de Guayana manifestando su desagrado, desaprobando el tal indulto que ordena recoger. Por oficio separado de la misma fecha –3 de diciembre- dispone medidas de detención y privación de comunicación contra el Canónigo José Cortés de Madariaga en caso de que acogiéndose al indulto se presente por algún puerto del territorio libre.  Bolívar le atribuye “los dolorosos males que nos agitaron los meses pasados  y que vinieron a turbar el orden y a trastornar el Gobierno establecido en la República”.

            En San Diego, Bolívar recibe la noticia del descalabro de las tropas de Zaraza en La Hogaza frente a las de Morillo y resuelve retornar a Angostura, su centro de operaciones, para continuar estructurando la campaña del centro.  El 11 de diciembre ya está en la ciudad y comisiona al oficial del Estado Mayor General José Francisco Sánchez para terminar de zanjar las diferencias con el General Santiago Mariño, pero éste no será bien recibido.  Bolívar proyecta marchar al Bajo Apure  a reunirse con Páez para desde allí abrir operaciones contra Morillo.  Bermúdez debe enviar 300 hombres para reforzar los Castillos de Guayana y él, por su parte, venir con otros tantos para reforzar la Plaza de Angostura por la vía de Soledad, toda vez que Cedeño acompañará al Libertador en la campaña.

            El General Bermúdez se trasladó tan pronto como le fue posible y permaneció en Guayana hasta el 14 de abril de 1818, para esa fecha la Campaña del Centro emprendida por el Libertador había sido un ruidoso fracaso y  desde Apure Bolívar retornó a la Angostura para darle otro giro a la guerra.

Bermúdez, una vez cumplida su misión en Angostura,  embarcó de regreso por el puerto de los Castillos con destino a la Provincia de Cumaná.  Al día siguiente llegó a Barrancas  y luego a Tabasca, donde  se unió  al Cuerpo de Dragones que custodiaban bestias que habían pasado el Orinoco y así fue avanzando hasta el río el Tigre, luego Maturín y Chaguaramal, organizando sobre la marcha toda una División que se encontró con el obstáculo de Mariño quien se hallaba en San Francisco con 400 hombres en armas y les impedía pasar hasta Cumanacoa.  Mensajes iban y respuestas venían.  Mariño anunciaba “resistir con la fuerza a la fuerza  si se daba un paso a Cumanacoa, sin arreglar antes los embarazos que se presentaban”.  Mariño invitaba a Bermúdez ofreciendo su influencia para calmar la agitación de dichas tropas y proponía tomar medios, para obrar juntos contra el enemigo.  Bermúdez comisionó a Sucre para que fuese directamente a transar con Mariño las dificultades que hiciese posible su paso a Cumaná que era su objeto.  Dice Sucre que “el 4 en la tarde llegué a la avanzada de las tropas del señor General Mariño, a dos leguas de este punto, en donde fui detenido, y allí se me recibió por dicho señor.  Para contestarme convocó una junta de guerra, en la cual auque él manifestó buena fe y obediencia al gobierno, los jefes que la componían indicaron ideas faccionarias...” Al final hubo un acuerdo, que el señor general Mariño marchase a ocupar Cariaco, y dirigiese sus operaciones hacia la costa por donde esperaría las órdenes que el  Jefe Supremo le remitiese al señor Comandante General, y que éste, con la División se moviese a Cumaná, y entre tanto se diese parte al gobierno para sus deliberaciones.

            Al final, Bolívar termina persuadido por Bermúdez y Sucre de la necesidad de aceptar las condiciones de Mariño que ya se estaba haciendo fuerte de nuevo en Oriente.  Escribe y pide a Bermúdez el 15 de junio de 1818, que “considerando el modo útil y honroso de terminar las diferencias que desgraciadamente han existido en esa provincia, he resuelto que la división de vuestra señoría  venga inmediatamente a formar parte de un gran ejército  que, a las órdenes de usted va a levantarse entre las provincias de Barcelona y Caracas... Mientras tanto el general Mariño  tomará el mando de esa provincia y pondrá, según me ofrece, 2.000 hombres sobre las armas”.

            De esta manera quedan zanjadas las diferencias del Jefe Supremo con  el General Santiago Mariño y de hecho incorporado de nuevo con su grado de General en Jefe y de comandante general del ejército de Oriente. Pero no se quedará tranquilo.  Vendrá al Congreso de Angostura y desde allí tramará un golpe de Estado contra Francisco Antonio Zea para sustituirlo por Juan Bautista Arismendi, mientras Bolívar se hallaba luchando por la libertad de Nueva Granada.

 




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