Soublette formuló cargos contra Piar
Jefe Supremo nombra
Consejo de Guerra para juzgar a Piar – Fiscal de la causa, General Carlos
Soublette, formula los cargos conforme al proceso indagatorio llevado a efecto
a través de los testigos declarados en varias audiencias.
Una vez
sustanciado el proceso en el lapso de dos días, el Jefe Supremo, de acuerdo con
los reglamentos militares, dispuso la formación del Consejo de Guerra facultado
para juzgar al General en Jefe Manuel Piar por los delitos de conspiración y
deserción que se le imputan y en oficio del 14 de octubre de 1817, así lo hace
saber al Almirante Luis Brión, a quien designa su Presidente:
“Excelentísimo señor:
Para juzgar al Señor General Piar, acusado de diversos delitos, debe
reunirse un Consejo de Guerra con arreglo a los reglamentos vigentes y
publicados en el ejército; y como en virtud de ellos me corresponde el
nombramiento de los vocales que deben componerlo, hallándose ya sustanciado el
proceso, y en estado de llevarse al Consejo para su decisión, tengo a bien
nombrar a V. E. Presidente de él, y a los Señores Generales de Brigada Pedro
León Torres y José Anzoátegui, coroneles José Ucroz y José María Carreño, y
tenientes coroneles José Tadeo Piñango y Francisco Conde, vocales. El Señor General Carlos Soublette ejerce las
funciones de Fiscal de la causa, y el teniente coronel Fernando Galindo las de
defensor. Luego que el Fiscal participe
a V. E. que puede reunirse el Consejo, lo convocará V. E. señalando el lugar
donde debe celebrarse la sesión. Dios
guarde a V. E. muchos años. Simón
Bolívar”.
Verificada
la sustanciación de la causa con arreglo a las leyes militares vigentes, entre
ellas, el Decreto de Simón Bolívar, dictado en el Cuartel de Puerto Cabello,
seis de septiembre d 1813, en que se establece la “pena de muerte contra
los traidores a la patria y perturbadores del orden y tranquilidad pública”,
el Consejo de Guerra, bajo la presidencia de Luis Brión, se instaló a las diez
de la mañana en la casa del Almirantazgo para escuchar el siguiente escrito
acusatorio del Fiscal de la causa:
CARLOS SOUBLETTE,
General de brigada de los
ejércitos de la República y Jefe del Estado Mayor General..
Vista
las declaraciones, cargos y confrontaciones contra Manuel Piar, General en Jefe
del ejército, acusado de insubordinado al Gobierno, de conspirador contra el
orden social y de desertor; encuentro de absoluta necesidad detallar con alguna
extensión mi dictamen, y exponer lo que resulta del proceso.
Se
trata de examinar una causa de la primera importancia y trascendencia. El reo
es un Jefe que ha obtenido el más eminente grado en la honrosa carrera de las
armas; y la parte es la República. Ninguna fatiga debe evitarse para investigar
la verdad de los crímenes que se le imputan; pues aunque ni mi honor, ni mi
deber permiten que transforme al inocente en criminal, tampoco toleraré que no
satisfaga la vindicta pública.
El
primero y más esencial cargo que resulta contra Manuel Piar, es el de haber
proyectado una conspiración para destruir el actual Gobierno, y asesinar a los
hombres blancos que sirven a la República. Para este proyecto ha convocado a
los hombres de color, los ha querido alucinar con la falsa idea de que se
hallaban reducidos al último grado de abatimiento, ha intentado armarlos presentándose
él mismo como pardo, y no obstante sus servicios, perseguido por sola esta
circunstancia; para animarlos les ha hecho una falsa exposición de los medios
que tenía para realizar su designio. Esto resulta de las deposiciones del
primero, segundo y tercer testigo, de lo que presenció el sexto, y del
contenido de los documentos Nos. 1º, 2º, 3º, 4º, 5º, y 6º, el reo en su
confesión no ha convenido en el cargo, pero no lo destruye; sus alegatos son
fútiles; en la confrontación con el primer testigo, página 58, no se ha
atrevido a decir que sea falso; los testigos que declaran son de los que la ley
llama idóneos, están abonados por el mismo reo, y su número es más que
suficiente, para producir plena prueba. Está, pues, plenamente probado que
Manuel Piar ha proyectado y puesto en ejecución una conspiración, cuyas
consecuencias habrían sido la ruina de la República.
En
esta circunstancia se le intima la orden del Jefe Supremo, para que se presente
en su Cuartel General, y sin embargo de la franqueza con que fue concebida,
pues que le deja ir libremente, o en caso de resistencia se le manda conducir
por dos Coroneles, la desobedece y se fuga, pasa el Orinoco, llega a Maturín,
continúa trabajando a favor de su mismo inicuo proyecto; así lo depone el
quinto testigo y se lee en el décimo documento. El reo ha confesado su
desobediencia y se fuga, y la declaran además los testigos primero, segundo,
tercero y sexto; pero constante en su principio negativo no conviene en lo que
resulta de su conducta en Maturín.
Permítaseme
hacer algunas observaciones que patenticen más lo justo de la acusación. Piar,
que se dice inocente en sus respuestas, se confiesa incurrido en la escandalosa
falta de insubordinación y en el feo crimen de desertor y da por motivo el
temor que le habían hecho concebir algunos de que lo iban a sacrificar. En esta
ocasión el reo cae en una contradicción digna de notarse: pocos días antes de
su fuga había solicitado que se le juzgase y dice le fue negado, y cuando se le
llama franca y libremente huye con el espanto del delincuente a quien el temor
del justo castigo por su criminal conducta en el mes de Julio, le hace ver como
un recurso para salvarse la deshonrosa acción de desertarse, presentándonos el
espectáculo de un General en Jefe desertor, para escándalo y ruina de la
disciplina militar. Diré más, no sólo deserta, sino que hostiliza al Gobierno,
pues no huye como un hombre que teme el castigo de sus faltas, y busca el medio
de remediarlas, sino como un Jefe de rebelión. Llega a Maturín y quiere allí
encender la guerra civil. Pasa al campo del disidente General Mariño, se une a
él y sigue rivalizando con el Gobierno, pues aunque en su confesión, al folio
43, dice que cuando se dirigió hacia el General Mariño, fue sólo con el objeto
de pedir un pasaporte, él mismo se ha contradicho en la propia confesión, a los
folios 40 y 41, y muy particularmente en las confrontaciones, al folio 58, en
donde confiesa haber dicho que se iba a reunir al General Mariño, que estaba
seguro lo trataría con más generosidad que la que aquí había experimentado.
Todavía
resalta más contra el reo: en el pueblo de Aragua ha resistido a mano armada a
las órdenes de la suprema autoridad. El lo confiesa; así lo declaran los
testigos presenciales del hecho y así se lee en el documento número 13. En esta
ocasión dice obró también, por temor; de manera que por el temor al castigo de
faltas que no existían, según él, ha incurrido en los delitos de insubordinado,
desertor y rebelde, plena y suficientemente comprobados; temor de un Gobierno
que hasta ahora sólo se le ha acusado de indulgencia con los criminales, y que
no ha empleado su espada sino contra los enemigos externos.
El
reo pretende disminuir la acusación y justificar su inocencia con el alegato
malicioso de que lo acalorada que se encontraba su imaginación en aquella época
lo tenía casi en estado de un loco, en cuya situación podía verter expresiones
fuertes que le arrancaba el dolor de las injusticias que había experimentado,
pero sin proyecto ni objeto, y presenta por testimonios sus papeles en donde no
se encontrará ni plano, ni listas, ni correspondencia que den indicios de una
conspiración. Todo esto es de ningún valor. Las deposiciones de los testigos y
su firmeza en las confrontaciones desvanecen todos los efugios de que quiera
valerse el reo para eludir los cargos. ¿Y cuáles son estas injusticias de que
tanto declama sin contraerse a otra que la imputación que dice se le hacía de
haberse apropiado los intereses públicos, como si el Gobierno o la República
debieran nunca ser responsables de las calumnias que contra Manuel Piar se
levantasen?. La conciencia es el testimonio mejor del hombre de bien. Además de
que ninguna prueba resulta de que entre papeles del reo no existan planes,
listas ni correspondencias alusivas a la conspiración; él no había seguramente
formado ninguno por cierto; en su furor sólo quiso encontrar quien abrigase sus
intentos; tumultuariamente se habría arrojado sobre el Gobierno, habría querido
satisfacer su venganza; pero rotos ya los lazos de la sociedad no habría podido
contener a sus cómplices, aún cuando lo hubiese intentado, y él mismo se habría
ahogado en la sangre. Para bien de la humanidad y para mayor gloria del pueblo
venezolano este horrible proyecto no tuvo partidarios.
Ni
crea que un sentimiento de filantropía era el móvil de Piar en esta empresa;
pues aún cuando él no lo hubiese expresado en su confesión, demasiado notorio
es su carácter altivo y dominante, que no admite superiores ni iguales; también
es sabido que nunca se ha reputado por pardo, de manera que sólo en su frenesí
se hubiera declarado tal, porque lo creyó el único medio de congregar a todos
los de esta clase y de hacerlos entrar en los intereses particulares de él.
En
vano Piar ocurrirá a alegar sus antiguos servicios a la República, como pruebas
de su presente y su futura conducta. Si sus servicios fueron grandes en los
combates, fueron superiores sin duda las recompensas que por ello recibió, no
obstante que los resultados no fueron siempre tan favorables como debía esperarse.
En vano alegará Piar su fuerte adhesión al Jefe Supremo y su fidelidad al
Gobierno en los últimos períodos de esta tercera época; cierto, nadie podrá
negar una gran parte de estos méritos, digo más, si fuesen superiores a todos
los que un ciudadano puede contraer con su patria, si fuesen superiores a los
del más grande General del mundo y a los de un primer bienhechor de la
humanidad; los crímenes d Piar son incomparables mayores, respectivamente que
cuantos bienes puede hacer un mortal a sus semejantes. No es un simple
ambicioso, un mero conspirador, un miserable desertor. Es el genio del mal que
escapado de la espantosa mansión de los crímenes ha venido a vomitar sobre la
tierra no sólo la guerra, ni el veneno de la discordia, ni la atroz desolación,
sino la más odiosa, la más nefanda de todas las destrucciones. Piar ha querido
armar la mano del hijo contra el padre, la del hermano contra el hermano y
hasta la de la oveja contra su pastor, contra los Ministros del Señor y padres
espirituales de los pueblos. Ningún sagrado podía libertar la víctima. En medio
del exterminio general. ¿quién podría escapar de una persecución doméstica, de
una guerra fratricida en que la vista y aún el objeto sólo decidían de la
culpabilidad o inculpabilidad de los actores y en que la masa general de la
sociedad había de tomar una parte la funesta y activa, para que los individuos
lograsen la más remota esperanza de salvar sus infelices e inocentes días?.
Piar, en fin, ha querido emplear todas las armas de la sociedad, todos los
medios de destrucción para desgarrar el seno demasiado afligido de nuestra
idolatrada patria.
Resulta
de todo que Manuel Piar ha conspirado contra la sociedad y contra el Gobierno,
lo ha desobedecido, ha desertado y hecho armas contra los subalternos del Jefe
Supremo. Por todo lo cual concluyo por la República a que sea condenado a
sufrir la pena de ser ahorcado, señalada por las ordenanzas del ejército en el
artículo veintiseis, tratado octavo, título décimo. Angostura, octubre 15 de
1817.
Carlos Soublette.
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